Chullpas de Molloco (Acora, Puno). Crédito Foto |
La temprana historia colonial del pueblo de Ácora ha iniciado desde las primeras décadas del Siglo XVI. Para bien o para mal quedó registrada en numerosos documentos coloniales entre los que destacan las ordenanzas, crónicas, informes de visitas, diarios de buscadores de rarezas y anecdotarios, que permiten completar la mirada histórica de este pueblo.
A saber, la historia colonial de los Lupaca y la de Ácora, por ser integrante de ella, comienza con el arribo de los primeros españoles al Collao. Fue "avistada" allá por el año 1533 por los primeros españoles que habían arribado al Collao: Pedro Martínez y Diego Agüero de Moguer, quienes en los primeros días del mes de diciembre del mismo año, y por encargo del propio Gobernador Francisco Pizarro, llegaron desde el Cusco para explorar el Altiplano y, más tarde, descubrir el Titiqaqa y dar la vuelta a todo el lago en 1534. Esta expedición quedó registrada por el cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara (1544)[1] y también en la crónica de Pedro Sancho de La Hoz: “Relación Para Su Majestad” en 1534[2] y por Pedro Pizarro: relación del Descubrimiento y Conquista del Perú en 1571[3].
En esta primera expedición se dice que también estuvo el religioso dominico fray Tomás de San Martín[4], aunque Mendiburu refiere que fue uno de los primeros en llegar al Collao[5], sacerdote a quien se le atribuye, aparte de fundar la Universidad de San Marcos, haber dejado establecidas las iglesias de su orden para el adoctrinamiento de los nativos en Chucuito, Ácora, Ilave, Juli, Pomata y Zepita, entre 1534 y 1538[6].
De esta manera, hacia 1535, ya se tenía la relación de la provincia del Collao y sus comarcas por estos españoles que fueron enviados a él. Los informes y noticias de riquezas fabulosas harían que la codicia los siguiera empujando más hacia el sur. Así, con la desesperación de encontrar oro, derribaron elegantes edificios y se dirigieron al Collao.
El cronista Pedro Pizarro (quien de niño habría sido el paje del Marqués, fue obligado por el virrey Toledo a escribir lo que de la invasión traía memoria), recordaba: “Almagro... el día que de el Cuzco salió, se quemó la mitad dél, y así fue con su partida todo el Collao, porque esta gente que llevaba de Guatimala y de don Pedro de Aluarado y ban rrobando y destruyendo por donde pasauan, que venian vezados de aquellas partes, según se entendió de ellos mismos,…estos inventaron la palabra ranchear que en nuestro común hablar es robar”[7].
Efectivamente, fue el 15 de julio de 1535 en que la comitiva de Almagro con dos indios, el uno Paullo Topa, hermano del Inca Manco, y el otro Villac Umu, gran sacerdote de la nación, fueron enviados delante con tres españoles para preparar camino al pequeño ejército. Púsose después un destacamento de ciento cincuenta hombres a las órdenes de un oficial llamado Saavedra quienes ocuparon Chucuito, realizando saqueos en poblaciones cercanas al pasar por Ácora cuando se dirigían con dirección a Chile. Esto pudo ser observado por Pedro Cutimbo, personaje que gobernó Chucuito por dieciséis años consecutivos[8].
Es de suponer que estos ejércitos españoles, tanto de Saavedra y Almagro, tuvieron que haber hecho alguna parada en Ácora, por ser ésta el paso obligado en la ruta del gran camino Inca. Podríamos confirmarlo con la carta que el capitán Saavedra, fechada en Chucuito el 16 de setiembre de 1535, dirige a Almagro, quien estaba aún en el Cusco, en la que le dice que apure su salida a Chile y se haga cargo de la expedición, cuyo éxito aseguraba[9].
Así, mientras Pizarro se quedaba en Cusco, Almagro con la ansiedad de tener mayor fortuna que Pizarro, dirigía personalmente la vanguardia de la expedición que marchaba a conquistar el reino de Chile. Partió del Cusco con dirección al Collao (Chile) acompañado por cincuenta soldados y llevando, a la fuerza y bajo amenazas de degüello, a cuatrocientos indígenas para que cargaran los pertrechos. Cruzó el altiplano en dos oleadas, produciendo en cada una de ellas graves daños al requisar alimentos, vestidos, animales y quemar a algunos caciques (Pedro Pizarro, Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú)[10].
En tanto, Pizarro había puesto a los Lupacas en cabeza de su Magestad por Real cédula del 8 de marzo de 1534[11] y por cédula del 6 de noviembre de 1535. Es decir, la repartija correspondió a la corona y, desde entonces, dependería directamente de ella, sin encomenderos privados que actuaran de intermediarios ni otros espadachines.
Así, el sur de las vastas dimensiones territoriales del Collao fue explorado por Diego de Almagro quien encandilado por su ex cómplice Pizarro con supuestos tesoros, se aventuró más al sur. Allí, en vez de oro, encontró la resistencia feroz de los Mapuches y regresó decepcionado. Buscó a Pizarro, entonces ya radicado en Lima, para asesinarlo (Ramiro Reynaga 1989:53) y comienza la guerra entre españoles; aunque habían jurado ante su Dios no pelearse (Pedro Pizarro, 1571)[12], terminaron asesinándose entre ellos y asesinando indios.
En julio de 1538, Hernando Pizarro tomó el camino al Alto Perú llevando consigo a 200 soldados, entre ellos su hermano menor Gonzalo, Francisco de Carbajal y el Inca Paullu a quien acompañaban tropas indígenas. Persiguen a los rebeldes Lupacas y toman posada en Ácora. La hueste fue impedida y enfrentada en su avance por el acoreño Katari Apasa.
Juan Rodríguez Barragán, citado por José Luis Ayala (2009: 22) asegura que: “Hernando Pizarro, sediento de hallar oro en las islas del Titicaca, dispuso que se construyeran balsas para un número crecido de soldados y sus caballos, animales que una vez a bordo se les vendo los ojos y les amarró las patas. Debido a que repentinamente se desató una tremenda tormenta en medio del lago con rayos y truenos que jamás habían escuchado los españoles ni los animales, las balsas naufragaron”.
Por la misma época, un destacamento comandado por Per Anzures del Campo Redondo, cruzó el Collao viniendo de Quilca, para intervenir en la conquista de la provincia de Charcas iniciada por Hernando Pizarro; en aquella ocasión, dice Cuneo Vidal (1977:263), se colocaron cruces en el ejido de los pueblos de Chucuito, Pomata, Ácora, Ilave y Copacabana.
En 1539, el mismo Francisco Pizarro llegó a Chucuito y delimitó la provincia, declarándola encomienda propiedad exclusiva del rey Carlos V de España. Y así vendrían las ordenanzas del Virrey Cristóbal Vaca de Castro en 1543, el nombramiento de Diego de Mercado para gobernar Chucuito en 1548 por orden del virrey del Perú La Gasca, la primera visita en 1549 por Domingo de Santo Tomás, el nombramiento de Pedro Enciso como corregidor entre 1551 y 1555, la visita del Licenciado Altamirano, corregidor de Potosí y oidor de la ciudad de Los Reyes (hacia 1553), el informe de Pedro Cieza de León en 1559, el nombramiento de Garci Diez de San Miguel como nuevo corregidor entre 1557 y 1560, orden de la pertenencia de la provincia de Chucuito a la jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas desde el 18 de septiembre de 1559, informes de Lope García de Castro (1565), informes de la visita de 1567 por el visitador y corregidor español Garci Diez de San Miguel, declaración testimonial de los caciques principales de la provincia Lupaca don Martin Kari y Martin Cusi (1567); declaración de los personajes principales de Ácora por el mismo año, notas de Ludovico Bertonio (1603), Pedro de Valencia (1619) y los subsiguientes informes de cronistas y personalidades varias.
De todos ellos, el primer occidental en darnos noticia de la existencia de Ácora con claridad, fue Cristóbal Vaca de Castro allá por el año 1543 en su ordenanza de tambos; luego vendría Pedro Cieza de León, que a partir de su llegada al Perú en 1547, anota el nombre de los pueblos existentes en el camino a Tiwanaku y dice así:
“Y es cierto, que antiguamente los Ingas también tuvieron por importante cosa a este Chucuito, y es de lo más antiguo de todo lo que se ha escrito… Hay en él grandes aposentos, y antes que fuesen señoreados por los Ingas, pudieron mucho los señores de este pueblo, de los cuales cuentan dos por los más principales, y los nombran Cari y Yumalla. En este tiempo es (como digo) la cabecera de los indios de su majestad, cuyos pueblos se nombran, Xuli [Juli], Chilane, Acos, Pomata, Cepita, y en ellos hay señores y mandan muchos indios. Cuando yo pasé por aquella parte era corregidor Ximón Pinto y gobernador don Gaspar, indio harto entendido y de buena razón. Son ricos de ganado de sus ovejas y tienen muchos mantenimientos de los naturales”[13].
Agrega al mismo tiempo: “En los pueblos ya dichos hay iglesias muy labradas, fundadas las más por el reverendo padre fray Thomás de San Martín provincial de los dominicos”.[14]
En 1543, en la “ordenanza de tambos” de Vaca de Castro, aparece la aldea de Ácora como tal[15] sobre el camino del azogue y de la plata. Ácora, en un principio, fue un poblado levantado al borde del “Qhapaq Ñan” o “jach’a nayra thaki” que a su vez sirvió de tampu durante todo el incanato y posterior a ella. Por tanto, se podría decir que era un pueblito de fisonomía tal vez anticuada como todos los de su siglo.
Según José Luis Ayala (2009: 52), al borde de este camino, “en la parte alta, teniendo como frentera el camino inca, se construyó la hermosa y gran casa de los caciques Catacora”. En 1545 se descubren las minas de Potosí y Ácora sería paso obligado por dicho Tambo. En 1564, Ácora ya se registra como uno de los siete pueblos de cabecera de mayor importancia de la gran provincia de Chucuito, siendo su cacique don Felipe Cahuana del partido de Janansaya y Antonio Kachi de Jurinsaya.
Según José García Garnica, “su importancia estuvo determinada por factores étnicos, políticos, geográficos y económicos que condicionaron su historia. La realidad indígena que conforma la subregión acoreña tuvo una vigorosa personalidad que la distinguió entre las otras de la época prehispánica” (1980:3).
Ácora también figura en las principales visitas realizadas a la entonces provincia de Chucuito. La primera fue en 1549 por Domingo de Santo Tomás, la segunda habría sido hecha por el Licenciado Altamirano, corregidor de Potosí y oidor de la ciudad de Los Reyes hacia 1553, por tanto, es el visitador que antecedió a Garci Díez de San Miguel quien hizo la visita en 1567. Entre 1572 -1574 visitó Ácora también el Licenciado Fray Pedro Gutiérrez Flores a instancias del virrey Francisco de Toledo. De esta última se conservan dos fragmentos en el Archivo General de Indias: el Padrón de los mil indios ricos (AOl, Contaduría, leg. 1787) y la Visita secreta sobre la conducta de los religiosos de Santo Domingo en las doctrinas de Chucuito (AOl, Lima 28-A)[16]. Mientras Fray Pedro Gutiérrez Flores visitaba Chucuito entre 1572 y 1574, simultáneamente hubo otra visita hecha por Juan Gutiérrez Flores[17] a la región del Colesuyo (territorios de la actual Tacna y Moquegua que en entonces eran territorio Lupaca)[18] en 1573, [La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI).Teresa CAÑEDO-ARGUELLES, Universidad Complutense de Madrid].
De estas visitas es que sabemos ahora que, para 1567, los mallkus Khari y Kusi compartían entonces el señorío Lupaqa dividido en dos parcialidades, Janansaya y Jurinsaya, y que ambos, en 1567, declararon ante el visitador que bajo su jurisdicción se hallaban las respectivas mitades de los siete pueblos cabeceras de la provincia: Chucuito, Ácora, Ilave, Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita.
En 1572, el virrey Francisco de Toledo llega a Chucuito y Ácora. Tanto él y los visitadores habían encontrado la división administrativa estructural en siete cabeceras y cogieron este sistema para aplicar sus impuestos en la TASA Toledana de 1574 y 1579[19]. Sabemos que Ácora, como pueblo cabecera, tributaba con un total de 2441 tributarios: 1731 aimaras, 710 urus. De los cuales 141 almas estaban en las minas de Potosí.
Por el año 1574, Ácora y los acoreños aparecen en el “padrón de los mil indios ricos de la provincia de Chucuito y de los pueblos, parcialidades y ayllos” hecho por Fray Pedro Gutiérrez Flores (Transcripción paleográfica de Jennifer S.H. Brown. Anexada por Waldemar Espinoza Soriano (1964) al texto de la visita a la provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en 1567).
En 1565, el gobernador y capitán general del Perú, Lope García de Castro (no era virrey) ordenó se funde la Villa española de Ácora y, en 1569, dividió el territorio del virreinato en corregimientos de indios. El corregimiento de Chucuito (dentro de él Ácora) quedó bajo la jurisdicción del corregimiento de españoles de La Paz, quedando como una de sus provincias subordinadas.
Hacia 1578 se creó el Gobierno de Chucuito, regido por un gobernador nombrado y enviado desde España, finalizando la dependencia de la ciudad de La Paz. En 1600 aparece el registro del padrón de reparto de cantidad de indios para Potosí. De ello sabemos que, de la provincia de Chucuito, “el pueblo de Ácora (envía) ciento e quarenta e un yndios. Ochenta e uno de anansaya y sesenta de urinsaya de más de otros tantos que tienen en la dicha uilla”[20].
En 1605 fue creado el Obispado de La Paz mediante una bula del papa Pablo V. Comprendía 80 curatos entre Paucarcolla y Chucuito a orillas del Lago Titiqaqa y las provincias de Larecaja, Pacajes, Sicasica y Omasuyos. Y así, hacia 1618, el Dr. Pedro de Valencia, al ser nombrado obispo de La Paz, al referirse sobre Ácora dice: “el asiento deste lugar es una media ladera citio enjuto y sano. En la última visita que se ha hecho deste pueblo se hallaron dos mil y docientos y quarenta y ciete indios aymaraes y uros. Destos ban a la mita de Potosí cada año docientos”[21].
Según F. Ardiles (1975), es por estas épocas que Ácora hace su aparición urbana colonial edificada en las faldas del cerro Alto La Villa con su primer templo conocido como Santa Bárbara. En 1776 la gobernación de Chucuito se integró al Virreinato del Río de la Plata. Por este siglo (XVIII) Ácora alcanzó la nota más culminante de su desarrollo económico y social llegando a ser un pueblo floreciente y progresista digno de mejor suerte política como dice José Portugal Catacora[22].
Entre 1760 al 70 la cacica doña Isidora Catacora, “personaje principal del tronco de la familia de los caciques, decidió convertir sus joyas y dinero para comprar el título de Villa Coronada, al Rey de España”[23].De 1780 a 1781 fue campo de batalla de la guerra declarada por quechuas y aymaras contra España. El Corregidor de Puno, General Joaquín de Orellana, dejó un extenso parte Militar de sus expediciones, sitios, defensa y varios acaecimientos, hasta que despobló la villa de Puno por orden del señor inspector y comandante general don José Antonio del Valle. Corre desde 16 noviembre de 1780 hasta 17 de julio de 1781. Es, a través de este informe, que conocemos los sucesos de la Batalla de Marca Esqueña y muchas de las hazañas de Ácora y sus líderes, como Isidro Mamani.
Hacia finales de siglo XVIII (1700), en el catálogo de la colección Mata Linares (archivo documental español publicado por la Real Academia de la Historia 1970)[24], en su Tomo XIV, se informa de la “razón de los pueblos, parcialidades, ayllus, anejos (anexos)[25], haciendas, estancias y trapiches de que se compone el repartimiento de Ácora y Pomata del partido de Chucuito de 1796”. Además de documentos varios sobre la revisita del partido de Chucuito, Provincia de Puno de 1787. En estos documentos, según la revisita de 1772 cotejado con los hechos en los años 1786 y 1792[26], se halla el informe de la contaduría general de retazos que manifiesta el estado del número de tributarios empadronados en la revisita del repartimiento de Ácora, firmado el 13 de enero de 1796 en Buenos Aires.
Ya en pleno siglo XIX e inicios de la vida republicana (1826), el visitante Heinrich Witt en su testimonio personal sobre el Perú del siglo XIX, llega a Ácora y anota que para entonces el cura de la parroquia era el padre Núñez y que el subprefecto de Puno, el señor Urbina, vivía en Ácora, además se informa que en la jurisdicción había algo más de 9500 almas, 1500 en el pueblo urbano y 8000 en sus comunidades[27]. Eprain George Squier (1877), en su obra “Un viaje por tierras Incaicas, Crónicas de una expedición arqueológica (1863-1865)”, ha hecho saber sobre la existencia de dólmenes, entre Ácora e Ilave al realizar los primeros trabajos de arqueología de campo en el Altiplano Collavino.
En adelante, el nombre de Ácora, merecería el registro en diversos documentos post virreinales que andan refundidos y desperdigados en los Archivos generales de la Región de Puno.
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[1]Citado por el historiador José Antonio del Busto, en: “El Marinero Martin de Moguer, co-descubridor del lago Titicaca”, Historia y Cultura, III (Lima 1979) 57, 59.
[2] Biblioteca Peruana: El Perú a través de los siglos. Primera serie, pág. 275.
[3] Crónicas del Perú. Tomo V. Pág. 198.
[4] Uno de los seis audaces y aventureros frailes que vino a la orden de Reynaldo de Pedraza, junto con Pizarro.
[5] Mendiburu. T. VII, Pág. 189, citado por Alfonso Torres Luna, 1968, pág. 121.
[6] Fuente digital; http://joseportugalcatacora.blogspot.com
[7] Relación del descubrimiento y conquista del Perú. 1571. Libro: Biblioteca Peruana. El Perú a través de los siglos. Primera serie pág. 439.
[8] Testimonio de Pedro Cutimbo gobernador que ha sido de esta provincia, en: Visita hecha a la provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en 1567, F 85v (1964: 170).
[9] En: Alfonso Torres Luna. Puno Histórico, 1968, pág. 122.
[10] Pedro Pizarro, Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú. Edic. PUCP, 1978:121.
[11] Therese Bouysse Cassagne, 1987, pág. 27.
[12] Pedro Pizarro. Relación del descubrimiento y conquista del Perú, 1571. En: Crónicas del Perú. Tomo V. pág. 198.
[13] CRÓNICA DEL PERÚ. EL SEÑORÍO DE LOS INCAS. CAPÍTULO CIV. “En que se continúa este camino y se declaran los pueblos que hay hasta llegar a Tiaguanaco”.
[14] CRÓNICA DEL PERÚ. EL SEÑORÍO DE LOS INCAS. capítulo CIV.
[15] Revista Histórica Tomo III. Págs. 427 al 492. Cristóbal Vaca de Castro, 1543: Ordenanza de Tambos. Distancias de unos a otros, modo de cargar los indios y obligaciones de las justicias respectivas hechas en la ciudad del Cuzco en 31 de mayo de 1543.
[16] La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI)*Teresa CAÑEDO-ARGUELLES Universidad Complutense de Madrid.
[17] Esta novedosa figura, por el apellido pareciera tener una similitud con respecto al del visitador, Fray Pedro Gutiérrez Flores, como por la coincidencia de las fechas en que uno y otro realizaron su Visita a Chucuito. Sin embargo, según Teresa Cañedo-Arguelles, se trata de un cuarto visitador.
En 1588 se halla a un Juan Gutiérrez Flores desempeñándose como funcionario de la Real Hacienda y a quien el virrey Conde del Villar describía como «persona de calidad y caudal y de mucha confianza». Se cree los dos visitadores fueron comisionados por el virrey Toledo y ambos pertenecían además a la orden de Alcántara.
Entonces, este Juan Gutiérrez Florez, bien podría haber sido el cuarto visitador de Chucuito, principalmente al valle de Moquegua y Torata, el más amplio y fértil de la región.
[18] La aclaración en paréntesis es nuestra.
[19] Toledo y los Lupacas: las Tasas de 1574 y 1579 fuentes recogidas por C. Julien y otros: 1993, prelim. XIII y pág. 20.
[20] Etnohistoria y Paleografía de América Indígena y Colonial. Siglos XV al XVIII. -- Lic. Santiago Losada Salas.
[21] Informe sobre la organización eclesiástica de la provincia de Chucuito en 1619 por el obispo de La Paz Dr. Don Pedro de Valencia. publicado en Toledo y los Lupacas: las Tasas de 1574 – 1579 (C.J.Julien y otros 1993, pp.171).
[22] Extracto del libro inédito de la Villa de Ácora. Fuente digital; Publicado por José Portugal Catacora. http://joseportugalcatacora.blogspot.com/.
[23] Fuente digital; Publicado por José Portugal Catacora. http://joseportugalcatacora.blogspot.com/.
[24] Se trata de un legado documental perteneciente a don Benito de la Mata Linares y Vázquez Dávila que desempeñó cargos en la Audiencia de Chile (1776), Lima y Buenos Aires. De su carrera en Indias cabe destacar su actuación directa en la sublevación de Túpac Amaru en Perú en 1780. Esta Colección fue donada a la Academia por el Marqués del Socorro en 1851.
[25] El subrayado en paréntesis es nuestro.
[26] Informe fechada en Buenos Aires el 29 de febrero de 1796. Colección Mata Linares.
[27] Heinrich Witt, “Un testimonio personal sobre el Perú del siglo XIX”. Vol. I (Diario: 1824 -1890). 1992. Pág. 123A
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