De la Base de Datos de Pueblos Indigenas u Originarios del Ministerio de Cultura extraemos la siguiente información sobre el "Pueblo Aimara".
El pueblo aimara es uno de los más numerosos de nuestro país. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2007, la población peruana con lengua materna aimara es de 443,248 personas, cifra que representa el 1.7% de la población nacional. Si bien no se ha llevado a cabo en el país un censo de poblaciones indígenas, la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) de 2013, revela que el 2% de la población nacional, se considera aimara “por sus antepasados y de acuerdo a sus costumbres”.
Ámbito del Pueblo Aymara -MINCU |
La historia del pueblo aimara se remonta a la época preinca con la conformación de un conjunto de unidades políticas, comúnmente denominadas reinos, que controlaron la zona del altiplano a partir del siglo XIII. De esta manera, su población se ha asentado históricamente en ámbitos de tres países limítrofes: Perú, Bolivia y Chile. En nuestro país, la población aimara se encuentra principalmente en seis provincias del departamento de Puno y en algunos distritos rurales de los departamentos de Moquegua y Tacna. No obstante, el proceso migratorio de la población rural iniciado a mediados del siglo XX ha llevado a que exista una importante cantidad de población aimara en ciudades grandes como Lima, Arequipa o Tacna.
El
pueblo aimara se ha caracterizado por su capacidad de recrear y adaptar su
cultura a los profundos cambios políticos y sociales acaecidos desde la
Colonia. Reflejo de ello es la persistencia de ciertas prácticas e
instituciones que conservan rasgos de su origen prehispánico. Sin duda, es la
lengua la característica distintiva más resaltante de este sector de la
población peruana, la cual les vincula entre sí y es fuente primordial de una
identidad distinta al resto de la sociedad nacional.
DANZAS Y MUSICA
El pueblo aimara conserva festividades, danzas y música practicadas desde tiempos inmemoriales, las mismas que se han ido recreando y reconfigurando de acuerdo al paso del tiempo y de los nuevos contextos e influencias. Como señalan Roel y Rojas (2012), la música y la danza están presentes en todos los aspectos de la vida indígena andina desde los ritos del ciclo vital y productivo hasta las actividades asociadas al calendario católico y conmemorativo, siendo constitutivas a la vida comunal aimara. En la década de 1980, José Portugal Catacora, mencionaba que en el altiplano peruano existían más de 100 danzas, muchas de las cuales tomaban el nombre de la zona donde se bailaba.
El pueblo aimara conserva festividades, danzas y música practicadas desde tiempos inmemoriales, las mismas que se han ido recreando y reconfigurando de acuerdo al paso del tiempo y de los nuevos contextos e influencias. Como señalan Roel y Rojas (2012), la música y la danza están presentes en todos los aspectos de la vida indígena andina desde los ritos del ciclo vital y productivo hasta las actividades asociadas al calendario católico y conmemorativo, siendo constitutivas a la vida comunal aimara. En la década de 1980, José Portugal Catacora, mencionaba que en el altiplano peruano existían más de 100 danzas, muchas de las cuales tomaban el nombre de la zona donde se bailaba.
De
acuerdo con este autor, se ha asociado a las danzas aimaras diversos orígenes.
Existen, por ejemplo, danzas cuyo origen se asocia a épocas prehispánicas como
el Choquela o el Chiriguano y la Cullahua, así como también danzas de origen
colonial como los Sicuris, siendo todas ellas referentes de la identidad aimara
(Portugal 2012). En las danzas se representa las múltiples facetas de la vida
comunal: las actividades agrícolas y ganaderas, la caza; también hay danzas
guerreras y satíricas que rememoran un pasado glorioso (INDEPA 2011).
Junto
a las danzas y música se presenta un conjunto importante de símbolos a través
de su vestimenta y trajes de uso cotidiano y festivo, los cuales funcionan
también como marcadores de identidad. Es bien sabido que desde la época
prehispánica “cada pueblo del Tahuantinsuyo se identificaba a sí mismo a través
del traje; por sus formas y colores en primera instancia y luego por los
elementos naturales y culturales de su propia región simbolizados en adornos,
bordados, pinturas, dibujos, etc.” (Vásquez 2008).
Un
buen ejemplo de adaptación de un traje occidental a la realidad andina es el
sombrero pequeño que usan las mujeres aimaras en todo el altiplano. Este
sombrero que no tapa ni del sol o la lluvia habría sido introducido como moda
por comerciantes en el siglo XIX, adaptándose a la vestimenta de las mujeres
aimaras configurándose así una nueva estética (Vásquez 2008).
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