Parque Pino (Puno) |
Es poco conocida la participación de los patriotas puneños en este conflicto, aunque la segunda plaza principal de la ciudad de Puno lleva el nombre del Dr. Manuel Pino (15-12-1927 - 15-01-1881), insigne hombre de leyes quien participó y murió en la batalla de Miraflores en la defensa de Lima. Un importante trabajo del Dr. Nuñez Mendiguri ha rescatado el aporte de Puno en suministros a las lineas de defensa del Perú en el sur y en especial su contribución con numerosos hombres y mujeres, la gran mayoría campesinos quechuas y aymaras, a las fuerzas patriotas [1].
La educación en
general del país, en sus tres niveles, renació sobre los escombros de la guerra
con Chile. Carente de recursos materiales, sin embargo estuvo impulsado por una
fuerza espiritual más fuerte que la fuerza que proviene de la energía material.
En locales
destartalados, sin muebles y sin ningún elemento didáctico para niños, volvió a
trabajar la escuela peruana como yerba sobre el campo eriazo.
En Puno la escuela surgió
igual que las demás. Dos maestros personificaron a los educadores que le dieron
vida a estas escuelas: don José María Miranda [2] y don Eduardo Pacheco. Si hubo
alguie
n más, no dejo huellas como éstos.
Libro del Dr. Mario Edmundo Nuñez Mendiguri (2012) |
La práctica del chauvinismo
Es indudable que la
filosofía de la escuela de post-guerra del Pacifico fue chauvinista. Acaso fue
la única vez en la historia que se utilizó el chauvinismo como instrumento
educativo para formar el espíritu patriótico. Pero se redujo a menos de un
cuarto de siglo.
Pues el Perú fue, es
y será siempre un pueblo pacifista, ya que por este espíritu los conflictos
que, por razón de límites, hemos tenido con nuestros vecinos de los cuatro
lados, siempre hemos arreglado, cediendo materialmente, es decir, sacrificándonos.
El chauvinismo se
practicó en las escuelas de Puno en una forma emocionalmente perseverante. Cada
día, al ingresar a las aulas, después de entonar el himno patrio con fervor, se
repetia con énfasis "Tacna, Arica y Tarapacá, del Perú son. Viva el Perú,
muera Chile."
Durante los años que
siguieron a la terminación de la guerra miles de voces infantiles han repetido
esta frase y a ellos se redujo el chauvinismo que se torno, poco a poco en
algo mecánico hasta que se diluyo en la nada andando los tiempos.
Los planes de estudios
Si bien la
elaboración de los programas estaban librados a la concepción libre de quienes
conducían los planteles educacionales, el contenido de ellos no incluía nada
especial que reflejase el chauvinismo de que hablamos; pues dichos planes de
estudios no contenían cursos que sirviesen de instrumento al espíritu
chauvinista.
Los educadores de
aquella época conocían poco o nada de pedagogía; por tanto, la enseñanza era
muy rutinaria. Los niños estudiaban la mayor parte de libros, como la gramática
de Salazar, la historia de Caivano o la psicología de Jaime Balmes, en forma mecánica,
memorizando páginas y páginas con puntos y comas, muchas veces sin entenderlo.
Hemos oído a nuestros
padres repetir páginas de la historia de Tomas Caivano y todavía hemos conocido
algunos textos como aquello de “lecciones de cosas" que eran un texto que
contenía la mayor parte de las Ciencias Naturales concebidas en forma global.
Interesante obra sobre los aymaras en el plebiscito por el retorno de Tacna y Arica al Perú en 1921 . |
Por ejemplo, cuidaban
que los niños leyeran el “mosaico” porque en aquellos tiempos no se usaba la
máquina de escribir y era más práctico que la escuela enseñara a leer las
numerosas clases de letras con que la gente escribía.
Podemos afirmar sin
temor a dudas que aquellos maestros, eran más educadores que nosotros en esta época,
pues eso significa el cuidado de la conducta. Lo único que habría que
reprocharles es el uso del castigo. Pues en esto había formas diversas de
imponerlo desde la palmeta, hasta los cuartos llenos de calaveras.
Maestros Miranda y Pacheco
Desde 1884 en que se
reabrieron las escuelas hasta 1904 en que Juan Manuel Polar, como ministro de
José Pardo, sistematizó la organización y funcionamiento de los planteles
educativos, pasaron posiblemente varios maestros por las escuelas de Puno, pero
la memoria social conserva mejores recuerdos de la acción de dos maestros y no
de todos, porque esos dos maestros impusieron el signo de su personalidad en su
obra educativa. Estos fueron Don José María Miranda y don Eduardo Pacheco.
José María Miranda nació en Puno, era miembro descendiente de una
de las familias de mayor raigambre puneña y, por tanto, insuflado del más acendrado
cariño por la tierra y por la patria; dos sentimientos que demostró plenamente
en su vida posterior.
En su primera
juventud fue testigo presencial de la cruel y despiadada invasión chilena al
Perú. La remembranza de los ultrajes que sufrió en carne propia engendró en su espíritu
un indisimulable odio por Chile, que afloró con sentimiento sincero en la
orientación que dio a la escuela cuando le tocó la suerte de ser maestro. Muy
Joven asumió la dirección de la única escuela popular que existía en Puno; al
reabrirse esta después de la guerra del 79, le toca en suerte reconstruir la
escuela destruida por los chilenos. Sobre los escombros de la guerra abrió su
escuela en 1884, sin local y sin muebles, pero con esfuerzo denodado volcó todo
su empeño y la escuela insurgió y los niños puneños acudieron a sus aulas y sus
enseñanzas.
Su mayor preocupación
fue preparar a los nuevos puneños y peruanos para rescatar Tarapacá, Tacna y Arica,
que se nos despojaron injustamente. Aunque en todos los planteles se
repitieron, posiblemente fue él quien acuño aquellas expresiones para hacer
vibrar el patriotismo de las generaciones que educaba: "Tacna, Arica y
Tarapacá del Perú siempre serán. Viva el Perú. ¡Muera...Chile!
Cuando más tarde fue
elegido diputado por Puno, en el parlamento insistió en su idealismo, desde el
punto de vista político. Pero la política internacional y la presencia
mediadora de los Estados Unidos, se sobrepuso a la política de Miranda.
Hoy, ya nadie piensa
en el rescate, aunque la desconfianza en la actitud de Chile, renace en todo
momento; parece que el destino de los pueblos de América, especialmente del
sector Andino, cambiará y los ideales de Bolívar acaso se tornen en realidad.
De Eduardo Pacheco se sabe poco o nada de su nacimiento y su niñez. Lo único
que se sabe de él es que fue un maestro a carta cabal. Desde muy joven se
inició, en la escuela de Miranda y de él heredo el patriotismo chauvinista con
que insufló su labor.
Cuando Miranda fue
elegido diputado, Pacheco tuvo su propia escuela y por sus manos discurrió la
vida infantil de decenas de generaciones.
Le llegada de Encinas
a Puno y el auge que tomó la Escuela 881 bajo su dirección absorbió a la niñez
puneña y Pacheco tuvo que cerrar su escuela, pasando a ocupar un auxiliarato en
el plantel 881, donde aún hemos tenido la suerte de conocerlo [3].
Pacheco y Miranda, le
dieron la misma tónica chauvinista a la escuela peruana de post-guerra en Puno,
pero Pacheco era más docente que Miranda. La prueba está en que Miranda resbala
hacia la política que siempre desnaturaliza al maestro, los buenos maestros
que llegaron al parlamento, salvo Encinas, siempre distorsionaron su
personalidad por lo menos en el consenso social. En cambio Pacheco siguió en su
puesto de lucha, como los antiguos espartanos hasta caer sobre el escudo.
Las escuelas de
Miranda y Pacheco exigen unas páginas en la historia de la educación de Puno y
del Perú. Con este criterio emocional juzgamos la obra de la escuela de
post-guerra del pacífico, dirigidos por estos dos educadores guiados por el
mismo idealismo.
Miranda y Pacheco
fueron dos héroes civiles porque sobre los escombros de la guerra levantaron
una escuela, la sostuvieron y le dieron prestigio y prestancia.
Hubo en la vida y la
obra mucho de sacrificio y hasta de heroísmo. Pues, educaron en tiempos en que
el erario nacional no contaba con un centavo, pero las nuevas generaciones
exigían a gritos educación. Como en su niñez asieron la leche con amor, sin
plata, pero con gran espíritu humano y nacionalista.NOTAS
[1] En un libro muy bien documentado, Nuñez Mendiguri señala el aporte económico y material de los hacendados de Puno y de la población en general. En especial destacan sus referencias al aporte de las mujeres que organizaron en muchos pueblos talleres de producción de uniformes entregados gratuitamente. "Un rol muy importante de las mujeres durante la guerra fue el de las mal llamadas rabonas, mujeres que acompañaron a las tropas...estas mujeres quechuas y aymaras que descalzas siguieron el desplazamiento de la tropa durante las batallas de Tarapaca, siguiendo al batallón Zepita N° 1 y más tarde al batallón Victoria N° 15 en Arica y Tacna, también estuvieron en la batalla del Alto de la Alianza". (Nuñez Mendiguiri, Puno 1912).
[2] José Maria Miranda fue maestro de José Antonio Encinas quien lo menciona y reseña su labor en "Un Ensayo de Escuela Nueva en el Perú".
[2] Pacheco fue profesor de José Portugal Catacora cuando éste terminaba la primaria en 1926 y cuenta esta anécdota en el libro: "Un día me asomé a la
puerta de la clase del maestro Pacheco, los niños, en un griterío de más de
cincuenta voces, le pedían ¡cuento! ¡cuento!. Y el maestro, no sé si porque se le agotó el
repertorio o por que debían hacer otra labor, se desgañitaba gritando su negativa,
sin lograr poner el orden. Tímidamente entré y le dije, yo puedo contarles
cuentos, señor...Les conté
unos de esos cuentos largos que nunca terminan y los niños estuvieron
calladitos...Desde aquella
tarde frecuentemente iba a contar cuentos a los niños del maestro Pacheco,
quien cierto día me toco por el hombro y me dijo: El que sabe
contar cuentos a los niños puede ser un buen maestro; porque no te dedicas a
ser maestro, más tarde. La insinuación del maestro fue indudablemente profética".
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