domingo, 4 de mayo de 2014

Niños del Altiplano

CAZA DEL LIBRO

A Luis Xxxx con especial distinción intelectual. Lima 1979. J. Portugal, así reza la dedicatoria de mi más reciente pesca submarina: Niños del Altiplano de José Portugal Catacora, un educador puneño, discípulo de José Antonio Encinas, autor de varios textos para estudiantes en los que rescata prácticas sociales tradicionales, flora, fauna, magia de la meseta con el lago más alto. Relatos étnicos es la nomenclatura con la que especifica el género en el subtítulo.

Lo hallé entre rumas empolvadas. Siempre lo mejor en remate. Entre sus páginas avizoraba la promesa… palabras, prácticas, conceptos del mundo aymara que desconocía: chijma, lari, qepi, huichuña… que quizás se encuentren en desuso por significar retraso para algunos muchos. Narra las costumbres y el sentir altiplánico desde el enamoramiento, la concepción, el nacimiento… con naturalidad.

Puedo imaginar a partir de los retazos. Por los demás títulos desperdigados… revistas de etnografía, geografías de Puno, compendios históricos del sur peruano… imagino la biblioteca de Luis Xxxx, violentada por los descendientes y peseteada al borde del Rímac… Así, una de las esquirlas, una pieza arqueológica, llega a mis manos y se abre toda una puerta.

No sabía nada de Portugal Catacora. Hoy, día del libro, tomo el suyo y cuento su trayecto hasta mí sin resistirse; este objeto anticuado y eterno es la llave. No conozco mucho de la incansable gesta del profesor Portugal por legar a sus estudiantes un hilo hacia sus orígenes, hacia la construcción de su identidad, hacia la justa medida de las maravillas que el ser humano puede lograr más arriba de los 4000 metros, allí “donde los hombres blancos creen que los “indios” viven como bestias".


(Tomado del post de madrepora . Venciendo el tiempo "Niños del Altiplano" (1979) sigue cumpliendo su propósito de hacer conocer y apreciar el rico mundo de los niños aymara. El cuento que se cita al final del post se puede leer en Idilio Pastoril )

sábado, 3 de mayo de 2014

Remembranzas de Acora


Acora en los años cuarenta del siglo XX (Foto del albúm de Martín Portugal Catacora)
En 1954 José Portugal Catacora escribió su libro inédito "La Villa de Acora", en cuyo prólogo dice "Este libro ha sido inspirado por esas fuerzas internas que nos unen a la tierra en que nacimos. Y sus paginas han sido escritas con la actitud mística con que nuestros yatiris, los magos del Ande, ofrendan a la tierra libros de oro y plata con hojas de coca. Nosotros hemos hecho un libro solamente con hojas de papel, pero en sus páginas hemos puesto todo el oro y la plata que brotan del corazón y del cerebro como devota ofrenda a la tierra nativa"

En el 160 aniversario de la creación política de Acora como distrito de la Provincia de Puno, publicamos esta remenbranza extraída de "La Villa de Acora", que se suma a los textos de dicho libro incluídos en este blog en la página ACORA con la historia y leyendas de este antiguo pueblo, corazón de la cultura aymara en el altiplano.

La carretera panamericana atraviesa el altiplano peruano, en su tramo Puno-Desaguadero,como una gigantesca sierpe que se desenvuelve plizando pampas y praderas, quebradas y colina, que circundan el lado occidental del milenario Titicaca. A la vera de esta majestuosa autovía abierta por los nervudos brazos del indio de las punas se levantan numerosos poblados a manera de nidos de cóndores. Uno de estos centros poblados es Acora situado a 3,941 metros sobre el nivel del mar y a 35 kilómetros de la ciudad de Puno.


Para los ojos del viajero que se dirige hacia la frontera con Bolivia, al cruzar el pueblo de Chucuito, emergen sobre la pendiente de una colina situada a la derecha del camino carretero y limitando una dilatada pampa, las torres de los templos que anuncian la presencia de una población de prosapia colonial. Y para quienes se dirigen desde los pueblos de la frontera hacia la capital del departamento, apenas se han cruzado los linderos de Ilave, aparece Acora como un conjunto de casas de techos grises y de paredes rojas o blancas esparcidas a la caida de una colina de grandes proporciones, a manera de un pueblo indio. Sólo visto del lado oriental, desde la inmensa pampa que rodea a la colina que lo protege, se observa su auténtica calidad de pueblo mestizo, mezcla de lo indio y lo español, en que se puede apreciar fácilmente las épocas de su evolución histórica.
Plaza de Acora en la actualidad: Iglesia San Juan

El primitivo pueblo de nativos queda al pie de la colina en Olleria o en Tancani; yendo más lejos Quellojani y Chunchulaya hacia el sur o en Chusamarca y Chamchilla, hacia el norte. Es que los nativos peruanos levantaron sus viviendas al pie de cerros, apus totem tutelares protegidos por el familiar de estos elementos que representaban la encarnación de sus antepasados hechos dioses. En cambio, el pueblo que edificaron los españoles se ubica sobre la pendiente de la colina, porque ellos levantaban sus tiendas de conquista siempre en las partes altas, con criterio de dominio, con finalidad estratégica para defenderse. Por eso Acora, como Chucuito, Juli y Pomata, que adquirieron influencia colonial, se ubican sobre colinas pétreas en su fase que parte desde la conquista.


Ahora, sí lo indio aparece a los costados y lo español en la parte alta de la colina, el pueblo devenido de la conjunción de ambas esencias raciales, se edifica en la parte baja de la colina.


La carretera panamericana cruza el pueblo por el corazón mismo del barrio bajo, por la plaza del barrio cholo, el barrio nuevo. Este barrio denota a las claras la lucha por sobrevivir y renovarse con su plaza pavimentada con cemento y en cuyo centro se yergue una artística pila de piedra.

En el frente norte se encuentra el templo de San Juan de sillar blanco con techo de calamina. Hacia el oeste se levanta la casa municipal con dos pisos y rodeada de casas de nueva edificación, hacia el sur esta la casa de los Arroyo con dos pisos, casa que tiene tradición histórica y familiar. Y hacia la parte oriental se hallan casas de paja y calamina.

Dos calles empedradas de regular inclinación conducen desde la plaza hacia la parte de arriba o barrio viejo. Subiendo por una de ellas se llega a la Plaza de San Pedro donde se levanta el templo de proporciones catedralicias. Hacia el sur se mantiene pulcramente conservada una casa pajiza de dos pisos, la casa de los Peñaranda otra casa de tradición histórica. Y en los frentes restantes solo quedan paredes de antiguos caserones que a juzgar por las proporciones de sus restos se advierte que fueron edificaciones de importancia.


Subiendo de esta plaza al cerro por una calle pendiente que aún conserva su antiguo empedrado, se llega varias cuadras arriba a la plazoleta triangular sobre la que apenas quedan muros derruidos de una pequeña iglesia, que existió en los primeros tiempos de la Acora conquistada.
Paredones de la casa de los cacique Catacora
Foto: J.L. Ayala, "Juan Basilio Catacora" 2009.

Por la otra calle que se desprende de la plaza San Juan, recorriendo siempre calles en pendiente, pero mejor empedradas, se llega a la plazoleta de la Inquisición, de forma rectangular donde se levantaba la picota para los herejes juzgados por el Santo Oficio. En un ángulo de esta plaza quedan unos paredones de la famosa casa de los Catacora, los caciques fundadores de Acora.  

Por una calle que se desprende de uno de los ángulos de la plazoleta hacia el sur se llega a otra plaza de forma rectangular de considerable extensión en cuyo extremo sur se halla un arco colonial, transponiendolo se encuentra el templo de la Concepción, hoy sólo en paredes que soportan una cúpula de piedra. 

Sobre la plaza queda aún casas, entre las cuales se encuentra la famosa casa del Colliuyo de los Vásquez en cuyo interior existe un árbol de ccolli que a juzgar por el extraordinario grosor del tronco y del follaje tupido y de grandes proporciones, es un árbol centenario.


Ahondando la observación del barrio viejo, presenta casas con portadas de piedra labrada y una que otras inscripciones nobiliarias cuyos interiores son patios amplios, rodeados de plantas de jardinería que le dan aspecto señorial. Algunas viejas paredes presentan cimientos de casas solariegas y vestigios de arquerías de las cuales se dice son restos de claustros de conventos jesuitas o dominicos. En cambio en el barrio nuevo, las casas presentan sencillas portadas, pequeños patios y una arquitectura simple.
Iglesia "La Concepción" en el camino principal desde Puno,
construido sobre el Qapaq Ñanm. Ya no existe.

Haciendo síntesis, la población de Acora debió ocupar en los tiempos de su mejor florecimiento hasta 400 hectáreas, aun más debió ser tan populosa que llegó a tener cuatro templos, tres plazas y dos plazoletas, amén de convento y hospital. 

Cada ciudad posee varios lugares de esparcimiento, son lugares para los paseantes y las citas amorosas. Acora cuenta también con esta categoría de lugares: Huacuypaja, con su pastizal perfumado de trébol y grama, Pacca.amaya con sus peñolerias lustradas por el tiempo en los barrios altos, y Chuchiri con su manantial cristalino y su arroyo rumoroso y Ancco Cruz con su cruz blanca situada a la vera del camino.