miércoles, 11 de mayo de 2011

Niños del Kollao: El aguatero estudiante


A continuación uno de los cuentos de "Niños del Kollao" que figura en la antologia "Cuentos Infantiles Peruanos" (1958) elaborada por Sebastian Salazar Bondy. Cabe señalar que este cuento se basa en un hecho real ocurrido en las aulas del Colegio de Varones de Ayaviri y más allá de la anécdota refleja una situación histórica: indigenas que aprendian a leer y escribir para luego ir a enseñar a otros, niños y adultos, en el campo, en una  época en que no había prácticamente escuelas rurales y se perseguía a quienes fundaban escuelas para la población indígena.

EL AGUATERO-ESTUDIANTE

“Cuando surja mi raza que es la raza más rara nacerá el superhombre de progenie más pura Para que sepa el mundo lo que vale el aymara” DANTE NAVA.

Una mañana vaporosa de marzo, cuando los niños llenaban todos los ámbitos de la escuela con sus juegos bullangueros, se presentó el aguatero Ruano en la Dirección del plantel.
Los maestros que allí se encontraban se imaginaron que algún vecino del pueblo lo habría mandado portando un recado; pero, no era así. El aguatero aquel hombre de hercúlea contextura física, sucio i andrajoso, que vivía surtiendo de agua a la mayor parte de casas del pueblo,  aquel hombre sin hogar i sin familia, que era amigo  de todos i que pernoctaba en cualquier parte; aquel mismo hombre, que no demostraba sino una rudimentaria mentalidad, i sin embargo era modelo de honradez, pese a su arrastrada miseria, se presentaba ahora en la escuela solicitando ser alumno. Y Que se proponía aquel hombre Ante esa pretensión — noble i contundente pretensión — los maestros sonrieron burlonamente; pero el Director, tras de meditar breve i hondamente, lo admitió, aunque su nombre nunca figuró en los registros escolares.

Desde entonces concurrió a la escuela con la misma prolijidad de un niño, i las gentes del pueblo le apodaron: “Aguatero-estudiante".

Pronto adquirió hábitos de trabajo, de higiene i de orden, siendo entre sus compañeros modelo de disciplina. Nunca faltaba a las labores de la escuela i cumplía sus deberes sistemáticamente.
En las noches, hasta horas avanzadas, cargaba agua para ganarse el sustento diario, i en las mañanas, era el primero en presentarse en la escuela.
Mientras llegara la hora inicial de las labores es-colares, se entretenía en narrar a los chicos extrañas leyendas míticas, o pasajes de su vida, llenos de curiosa atracción. A veces llegaba a cautivar a todo el alumnado.

Durante los recreos solamente jugaba con los niños más pequeños. No gustaba de jugar con los mayores. Diríase que era un retrasado mental, pero no lo era.   Su espíritu ingenuo, sin mancilla como el de un niño, volvía hacia la infancia con sencilla espontaneidad.

Así se hizo célebre en la escuela, mientras los niños le colmaban no solo de sus afecciones, sino hasta de sus propinas que nunca aceptaba el Aguatero, si mas bien frutas i golosinas los maestros se disputaban por llevarle a su clase, para que contara a les niños las leyendas míticas que él sabía.
II
Un día en la clase del tercer año, cuando el maestro discurría acerca de las teorías sobre el origen del lago Titikaka, solicitó que se le oyera i contó la siguiente leyenda, tan rica en imágenes i perfecta como pocas:
—Hace miles de años de esto. Apu, el Dios de las cumbres había prohibido a los hombres que es-calaran los cerros, permitiéndoles vivir solamente en las quiebras i las hondonadas. Pero, un día se presentó entre los hombres el Aukka (1) les obligó a quebrantar la prohibición, haciéndoles consentir que si lograban alcanzar la cúspide de las cumbres, llegarían a tener el mismo poder de los dioses.

Cuando los hombres intentaron escalar la cumbre cercana, Apu, encolerizado, movilizó un gran ejército de pumas i mandó a que los devorasen. Entonces, los hombres pidieron protección al Aukka. Este los internó en las profundidades de la tierra  allí siguen viviendo convertidos en “Anchanchos” (2).

Al contemplar la confabulación de los hombres con el espíritu del mal, Inti el supremo dios de los incas sintió pesar grande i eclipsó su luz al mismo tiempo que todos los seres celestiales se sumieron en amargo llanto. Las lágrimas invadieron la tierra en forma de tormentas terribles, inundando las quiebras i las hondonadas.

En este diluvio murieron la mayor parte de los animales. Solamente una pareja de seres humanos, asidos de un haz de juncos i resignados a morir en el amor de Dios, antes que escapar con los demás hombres, lograron flotar sobre las aguas.
Cuando el Dios Inti volvió los ojos a la tierra i cesó el llanto celestial, la pareja sobreviviente por obra divina, contempló con gran asombro que los pumas (titis) habían perecido también i flotaban a millares sobre las aguas, mostrando sus vientres grises (kkakkas).
He aquí el origen del Lago de que nos habláis i de su nombre—terminó diciendo el "Aguatero".
III
Leyendas como éstas, en que el cóndor, el puma, el zorro, la vicuña, los topos, las hormigas, i hasta las arañas, se personificaban como seres míticos, sabía por centenares el “Aguatero”; i con ellas se habrían podido llenar las páginas de varios volúmenes. I otros tantos se habría podido escribir con las anécdotas de su vida; pues tan lleno de pasajes pintorescos como dolorosos era su pasado i su mísero presente; i tanto había corrido por nuestras tres regiones cósmicas.
IV
Al terminar las labores del primer semestre, leía i escribía el "Aguatero" con la mayor corrección. Pero al iniciarse el semestre siguiente, no volvió a la escuela.

Aquel hombre-niño, que cuando se dejaba estropear en el suelo con los pequeñuelos, experimentando una gran satisfacción en ello, evocaba al gigante de las fábulas, rodeado por los hombres de Liliput, a Tolstoi, durante los eternos recreos de su escuela de Yasnaia Poliana; i cuando narraba sus leyendas míticas, saturadas de una honda filosofía, semejaba a Cristo, esparciendo verdades divinas, o a Gandhi, predicando los métodos pasivos de la liberación de su raza, había desaparecido. Su desaparición fue extrañada por todo el pueblo i mucho más por los niños. Pero como todo pasa i se esfuma, pronto quedó olvidado.
V
En el mes de marzo del año siguiente, se presentó de nuevo. La escuela tuvo un día de fiesta. Pero grande fue el pesar de los niños cuando el  “Aguatero” expresó que pronto los dejaría.
Habíase ido a una parcialidad perdida entre las escabrosidades de los Andes, i   allí había instalado una escuelita para los yokallas (3) de la Punta Perdida.

Ahora venía a solicitar un certificado de estudios, para revalidar su capacidad de maestro i oficializar su escuela, además, a invocar el obsequio de algunos útiles escolares. Los niños le obsequiaron muchos libros, cuadernos, lápices, lapiceros cuanto material escolar encontraron a su alcance. Llevándose estos obsequios, i luego de encargar al Director del plantel las gestiones necesarias para la oficialización de su escuelita, se marchó.

Los niños lo despidieron cariñosamente. I los maestros se quedaron contemplándolo hasta que se perdió de vista, con los ojos preñados de esperanzas; de esas esperanzas que todos abrigamos de ver redimida nuestra estirpe nativa, i que a través de aquel indio vagabundo miserable convertido en amawta de los tiempos nuevos, se ofrecía como una pequeña racha de realidad.

(1) AUKA, espíritu del mal, que equivale a decir diablo.
(2) ANCHANCHOS,   espíritus malignos que se cree que habitan las reconditeces de la tierra.
(3) YOKALLA, en aymara equivale a niño.
(4) AMAWTA, voz keswa con que se nombraba al maestro en el inkario.

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