La plana directiva y docente del Colegio San Carlos en los años treinta
"Después de los examenes finales de 1935 en el Colegio de Varones de Ayaviri, alistamos a la familia para irnos a Puno y no volver a Ayaviri. Y así fue. En puno encontramos al maestro Arguedas, azangarino, quien era auxiliar en San Carlos. Firmamos una permuta y yo me quede en la Sección Primaria que estaba dirigida por Don Julian Palacios. El me presentó al Director del plantel el doctor Neptalí Zavala del Valle quién nos acogió comprensivamente.
Así comenzó mi nueva vida en Puno completamente solitario y aislado, pues los maestros de Puno asistían a sus labores sin ninguna inquietud colectiva.
Lo primero que hice es visitar con frecuencia a mi primo Emilio Vásquez a quien le mostré los más de cien cuentos infantiles que escribí durante los años que trabaje en Ayaviri. Emilio los vio con vivo interés y terminó por sugerirme que con parte de esos cuentos publicara un libro. El mismo escogió diecisiete relatos y el libro se publicó con el título "Niños del Kollao", y con prólogo de Emilio quien dirigió la impresión. Los demás cuentos los queme.
Esta fue una de las razones que me vinculó con Emilio Vásquez, que duró todo el resto de nuestra existencia porque yo le debía gratitud imponderable.
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Deshauciado
En aquellos años caí víctima de una infección intestinal aguda que me puso al borde de la muerte...el doctor Guerra me desahució y le dijo a mi hermano Daniel II que me había acompañado "su hermano debe arreglar sus cosas...en cualquier momento esos intestinos pueden perforarse y para eso no hay remedio".
En aquellos años caí víctima de una infección intestinal aguda que me puso al borde de la muerte...el doctor Guerra me desahució y le dijo a mi hermano Daniel II que me había acompañado "su hermano debe arreglar sus cosas...en cualquier momento esos intestinos pueden perforarse y para eso no hay remedio".
Me aconsejaron viajar a la Virgen de Copacabana. Ahí, en una extrema situación emocional le pedí a la virgen que me curara y que no permitiera morir para cuidar a mis hijos que quedarían a sufrir como yo sufrí cuando quede huérfano.
A mi vuelta a Puno con el tratamiento de hierbas de una señora Martinez, empecé a mejorar. Creí sinceramente con todo fervor que aquella señora era la personificación de la Virgen de Copacabana. Cuando a fines de 1937 viaje a Arequipa allí me diagnosticaron que solo me quedaba una colitis crónica tratable. El milagro estaba hecho".
Fuente: Autobiografía (Inédita)
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