lunes, 22 de octubre de 2012

Ayaviri: LA CONQUISTA DE LOS AYAJ-HUAYRAS

Del libro "Puno Tierra de Leyenda" extraemos una parte del relato dedicado a la ciudad de Ayaviri, con ocasión de su aniversario de reconocimiento como provincia el 25 de octubre de 1901.

TINAJANI

La expedición continuó su marcha hacia el sur, tranquilamente, durante varios días, hasta que al fin llegó a trasmontar el nudo de Vilca-Unuta o Vilcanota, ingresan­do en la quebrada altiplánica del Collao, como una tre­menda culebra color de tornasol cuya cabeza era la litera del Inca.
Y días más tarde, el poderoso ejército de Mayta Capac, se presentó en las proximidades de la terrible tribu de los Ayaj-huayras.
Una Comisión Real se acercó al campamento de la tribu acechada, ofreciendo la paz, como era costumbre, si se sometían sin derramar sangre.
Pero la Comisión no volvió. Habían sido muer­tos todos sus miembros, y sus cadáveres arrojados a uno de tantos recintos que tenían especialmente preparados pa­ra inhumar los cadáveres (1), de sus agresores; y de cu­yos recintos, que los habían por centenares, siglos más tar­de, el historiador español Cieza de León dijo: “En este pueblo —en el pueblo de Ayaviri — las grandes sepulturas, son tantas que ocupan más campo que la población”.



Cuando Mayta Capac se enteró de la suerte corri­da por sus emisarios, ordenó el ataque cruento y sin cuar­tel.
Colqueparque
Los Ayaj-huayras se parapetaron, como siempre, en su pucara, el cerro Colqueparque, enrojecido con la sangre de sus antepasados, que queda hacia el sur. Y el ejército Imperial se situó en la pampa de Cahuasiri que queda hacia el norte de la ciudad.
La lucha fue desigual, porque los Ayaj-huayras en­tre soldados, ancianos, mujeres y niños, aunque todos luchaban, apenas llegaban a la mitad numérica del ejército conquistador. Sin embargo sostuvieron una lucha encar­nizada, horrible, durante varios días, sin denotar el menor asomo de rendición.
Entre tanto el ejército real, se iba diezmando, por­que las flechas envenenadas, y la lucha de cuerpo a cuerpo, producían muchas bajas en sus filas.
Si el combate hubiera durado un día más, la em­presa se había perdido una vez más. Y Mayta Capac ha­bría sido el tercer Inca fracasado en la conquista de los Ayaj- huayras.
La visión del fracaso golpeó terriblemente el orgu­llo del Inca, que desde su litera observaba desvanecerse sus esperanzas. Y, entonces, presa de una cólera incon­tenible, casi desesperado, abandonó la litera y se confun­dió entre sus soldados, empezando a luchar en persona, aun­que las tácticas guerreras de su tiempo lo prohibían.
Invocando una vez más a su padre, el sol, y em­pleando fuerzas de recóndita potencia, largó el primer hon­dazo; mes, cual sería su asombro, cuando vió que el pro­yectil de su huaraca, explotó sobre el cerro Colqueparque como una bomba atómica de estos tiempos, y a consecuen­cia de la explosión se desprendió una gran parte del ce­rro; la que como un bólido, trazando una trayectoria fan­tástica fue a dar en medio de la pampa, convirtiéndose en otro pucara semejante a Colqueparque que hoy se llama Antaymarca (2), pero que en aquel legendario y epopéyico día, sirvió para que los guerreros hijos del sol, encontra­ran un punto de apoyo en su casi derrota, puesto que se batían en retirada, y reaccionaran para consumar la con­quista de los Ayaj-huayras.
Porque, aquella catastrófica acción de la huaraca de Mayta Capac, llenó de espanto a los Ayaj-huayras, quienes presas de terror y confusión, retrocedieron despa­voridos, y al no poder refugiarse en su pucara desgalgada, se entregaron en masa, prometiendo someterse a la in­fluencia política del Inca y practicar el culto al sol.
Hecha la paz, Mayta Capac, de acuerdo con la voluntad de los pobladores vencidos, fundó con toda so­lemnidad, la nueva ciudad que debía servir de cabecera a la tribu conquistada, sobre las mismas tumbas de tanta gente sacrificada, llamándola Ayaj-huayra, rememorando la denominación inicial con que lo había designado su a­buelo Sinchi Roca.
Después de este hecho, el Inca dejó a uno de sus más destacados generales al mando de una parte de su ejército, para organizar la nueva tribu sometida, y con el resto continuó su marcha hacia el sur, habiéndolo engro­sado antes con numerosos soldados Ayaj-huayras volun­tarios; con quienes luego de vencer al gran Sapana de Ju­li traspasó el Desaguadero y llegó al Tiahuanaco (3).
Desde entonces, Ayaj-huayra, más tarde Ayahuiri y hoy Ayaviri por la españolización del nombre, se constitu­yó en el pueblo que mejores servicios prestó a la consolida­ción del Imperio del Tahuantinsuyo; después fueron soldados Ayaj-huayras del legendario e indómito valor, los que ga­naron numerosas batallas en la conquista del gran Collasuyo, y ellos mismos fueron los que decidieron otras nu­merosas y difíciles conquistas.
Sobre sus bases se levantó, durante la colonia, la egregia y aristocrática villa de Ayaviri, donde se enraiza­ron soldados aventureros y mineros ávidos de fortuna de la más pura prosapia española, quienes han dejado valiosas semillas de su raza mezclada con la rebeldía nativa de los Ayaj-huayras.
Producto de esta crucialidad magnífica han aflora­do espíritus de amor tempestuoso por la libertad en la épo­ca de la independencia; almas patrióticas con inmensidad de Ande, en la República; y en los tiempos nuevos, una generación de juventudes viriles y de pensamiento vertical, que hacen de Ayaviri una de las principales joyas de la cultura altiplánica puneña, engastada entre las cordilleras andinas, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar.
Renovado a Capital de Provincia, al nacer el siglo XX, ha crecido en potencia moral y material como los collis de la puna inmensa y agreste, hasta nuestros días.
Y aunque la adustez y la severidad propias de su categoría de pueblo de punta perdida lo embargan general­mente, hay sin embargo días de euforia corno el sol serra­no que lo inunda todo, cuando el “caballo de hierro” que une las tres ciudades más importantes del Perú sureño (Arequipa, Puno y Cusco) pasa por la vera de su cami­no.

Tomado de: http://www.flickr.com/photos/46680793@N05/7069183609/in/photostream
Es entonces que Ayaviri, desde el amplio banco de su cósmico mirador (Qahuasiri) y asomado a las rojizas portadas de su arquitectura pétrea con visiones de peren­nidad en su majestuoso templo colonial, sonríe en el zinc de sus viviendas, blancas sonrisas como las luces que es­tallan en las cumbres del Khunurana, el Kondormilla o el Punkupunku (4), los apus tutelares de su existencia y de su es­tro, cual si quisiera decir a los turistas que de todas partes del mundo acuden hacia el milenario Cusco: ¿Que­réis ver la alfombra mágica de Bagdad transportada a la sierra peruana? Pues mirad a mis pies. Y le muestra su Moya, una bella parcela que es una fantástica alfombra na­tural y un verdadero jardín cordillerano, cubierto de los más variados verdes pastizales, entre los que eternamente florecen deliciosas y perfumadas flores silvestres y donde moran en humanizado consorcio todas las especies de la avifauna andina, igual que si estuvieran en el mismo paraí­so de la leyenda bíblica; alimentado por el agua lustral que brota de una infinidad de inagotables vertientes, y bella­mente bordeado por las cristalinas aguas del Humachiri.

Aquel histórico río que un día de gloria libertaria fuera te­ñida de rojo con la sangre del poeta soldado que supo cambiar, heroicamente, el amor de la novia, por el amor de la Patria, hasta morir: ¡Mariano Melgar! (5) cuyo ape­llido se halla eternizado en la denominación política del pe­dazo geográfico social que constituye parte importante del Altiplano peruano y del cual es cerebro y corazón la ciu­dad.
Notas
(1)  Según otra interpretación legendaria Ayaviri deriva de las voces Aya muerte y huiri rincón o recinto, o sea "rincón de muertos".
(2)  El cerro de esta denominación existe a una legua de distancia, hacia el norte y llena la misma presentación geológica que Colqueparque.
(3)  Véase le leyenda de Juliaca.
(4)  Los cerros nombrados son los nevados y picachos más ellos de le Provincia Melgar.
(5)  Mariano Melgar, el poeta arequipeño más excelso, murió en la batalla de Umachiri cuando las luchas por la Independencia. Su cuerpo que fue sepultado, según se dice en le iglesia de Ayaviri fue más tarde llevado a Arequipa.
Fuentes:
"La Ñusta que casó con un hombre de cabellos canos", (leyenda) por Víctor Echave.
"Tres hipótesis, una tradición y un pasaje histórico de Ayaviri” (Ensayo inédito). Por Mercedes Bueno Morales.
Diversas leyendas populares.

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