sábado, 25 de abril de 2015

Niños del Kollao: Las Momias de Tinajani

I
Antes de que las sombras nocherniegas se disiparan, i apenas el alba roja se insinuó sobre las encrespadas cumbres cercanas, se sintió por las calles los sones estridentes de unas cornetas echadas al vuelo. Eran los niños escolares que así despertaban a sus compañeros para emprender una excursión.  

Las pasivas gentes de! pueblo se estremecieron de terror, al pensar en que tal vez se repetía la sublevación indígena de hace diez años, o en la llegada de algún batallón revolucionario, pues tan frecuentes eran las revoluciones. Pero cuando se percataron de la verdad, se dijeron para sí: —Qué no han de hacer esos chiquillos del Centro Escolar.

A las seis de la mañana ya estuvieron reunidos en el local escolar más de un centenar de niños i minutos después, al mismo tiempo que el sol se elevaba en el horizonte a grandes saltos, como una perla de plateados destellos, abandonamos el pueblo todavía soñoliento. Solamente las gentes matinales i algunos noctámbulos nos vieron partir.

Los niños mayores iban a pie, equipados como andinistas i los menores iban montados en unos pequeños caballos, de esos que en la sierra llamamos chojjchis  que venían muy bien al tamaño de los niños más chicos. I todos, en suma— maestros i alumnos — íbamos poseídos de una alegría radiante, a tono con las horas fulgurantes de la madrugada.
Una suave brisa pampera nos inyectó de fuertes energías  la caravana inició su caminata por en medio de una pampa cubierta de pajonal dorado.

El camino semejaba a un haz de pequeñas víboras en marcha hacia las cumbres milenarias.
A poco, en una hondonada de pasto-esmeralda, una majada de vacas lecheras pacía como una floración de muttiphatas gigantescas.

Más allá, una  manada de oveja, blancas como los cirros del cielo andino, serpeaba por una ladera amarillante. Luego, por cimas empinadas pastaban llamas, alpacas, huanacos, vicuñas solitarias, que movían la cabeza cual si quisieran saludarnos con profundas reverencias.

Llegamos al pie de la primera cumbre i cuando nos disponíamos a tomar un ligero refrigerio, las notas eje un charango, de esos charangos que ríen, lloran  cantan las miserias de la raza andina, hirieron dulcemente nuestros sentidos. Todos los niños aguzaron el oído i como si estuvieran al frente de un escenario, aplaudieron frenéticamente; mientras el indio que rasgaba los bordones de su alma hecho cuerdas de charango, hacía su aparición sobre la apacheta (3), un cóndor gigantesco hendía los aires, como si con su soberbio pico quisiera descorrer el telón ' amatista de aquel escenario majestuoso.

Tras el descanso, la caravana continuó su caminata. Trasmontamos la primera cumbre, luego otra i otra, hasta el fin.

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II

El medio día nos sorprendió precisamente al final de la excursión. Un sol reverberante un panorama majestuosamente cerrero, nos dieron la buena llegada.

—¡Tinajani ¡— fue la exclamación lanzada por la muchedumbre de niños. I antes de entregarnos a la reparación de la fatigosa marcha, nos quedamos de pie, extasiados e inmóviles en la contemplación de aquella naturaleza infinitamente agreste.

Innumerables picachos que rasgan el cielo en girones, con sus blondas melenas desgreñadas a los cuatro vientos, se levantaban por doquier.

Torreones gigantescos que se elevan como atalayas cósmicos, cual si quisieran ofrendar sus misterios milenarios al sol, poderoso gestor de la vida. Cortes de roca rojiza que se levantan como inmensos paredones de fastuosos templos arcaicos.

Hundimientos depresiones profundas que semejan las solitarias calles de urbes fantásticas, pavimentadas de oro esmeraldas. Peñascos que se sostienen en las pendientes, como dioses momificados.

Un torrentoso riachuelo de aguas cristalinas, que al correr entre las grietas ha cavado artísticas tinas de piedra. Un lagunar límpido, orillado de los más variados matices de pasto verde, sobre este enmarañado escenario, papales florecientes, quinuales, cañiwuales cebadales madurados, con fondo de paja brava i césped saturado de frescor i verdura, tapizan las hondonadas i las altas planicies, que se elevan como pedestales floridos.

Finalmente, unas chujjlas indígenas que anidan vidas de hombres de la puna actual, i una necrópolis que guarda con avaricia restos de hombres que fueron hace más de cuatro siglos, completan el panorama de esta belleza andina.

III
Los niños dejaron sus caballos, los unos a los otros, sus pesados morrales, provistos sólo de lo necesario (picos, sogas, etc.) nos escurrimos por entre las quebradas, enfilados de uno sobre las estrechas sendas casi inaccesibles. Escalamos las alturas llegamos a las altas explanadas. Sobre aquellas solemnes  farrallosas cumbres sentimos, como nunca, la pequeñez del hombre frente a la Naturaleza.

Alcanzamos las primeras wakas i  la necrópolis sagrada de los que fueron, tal vez, nobles Wiris del antiguo Melgar, o quizás aguerridos generales del inkanato, que sucumbieron en la conquista de los indomables Kollas, fue profanada.

Los niños rodearon a las wakas, como las abejas rodean a su panal, movidos por esa curiosidad instintiva, propia de la infancia. Excavaron las momias fueron extraídas de sus tumbas.
Ningún niño denotó la menor señal de miedo. Todos manipularon aquellos cuerpos esqueletizados, con la naturalidad de quienes arrancan a la tierra sus misterios científicos.

IV
Por la noche, a la vuelta de   la excursión, seis momias fueron paseadas en procesión, en medio de estruendosos hurras i vivas de entusiasmo infantil.

Las gentes pensaron en que seguramente los niños se habrían tropezado con la aparición de alguna efigie milagrosa, como era frecuente por aquellos tiempos; pero cuando la noticia de las momias llegó basta ellas, un murmullo fatídico corrió por toda la población.

Maldiciones, protestas blasfemias, recibieron los maestros que habían permitido la extracción de las momias. Los brujos tuvieron buen trabajito en sus aquelarres, durante veladas íntegras, en los que se dedicaron a aplacar las iras de la Pachamama — la madre tierra — por el sacrilegio cometido por los niños.

—Se mueren los niños, "agarrados" por la tierra — decían las gentes. I hubo festín de kkoa llampu i coca. Venta abundante para los mercachifles.

Los niños fueron también contagiados de los prejuicios de sus padres, i aun aquellos que se habían disputado en ser el portador de las momias el día de la excursión, ahora sentían terror por ellas. En vano los maestros lucharon por convencerlos.

En los días sucesivos cesaron las lluvias i esto alarmó mucho más al vecindario.
—Las momias soplan la lluvia. La tierra, ávida de agua para fructificar, clama venganza al cielo, i el cielo está resentido. Las momias deben ser devueltas a la tierra.
Tales eran las  voces  que corrían  de boca en boca.

V
Un día invadieron a la escuela más de un centenar de indios i solicitaron a gritos la devolución de las momias.

Los maestros i los niños, creyendo ser víctimas de la multitud enfurecida, nos encerramos en nuestras clases, mientras los indios golpeaban las puertas con los puños crispados i las indias blasfemaban a voces destempladas.

Las autoridades i la escaza policía, compuesta de media docena de hombres, anoticiados de la invasión, acudieron en socorro nuestro i trataron de persuadir a los indios para que dejaran las momias, en provecho de la instrucción de los niños; mas no hubo razones para convencerlos.

Los indígenas amotinados amenazaron con incendiar la casa escolar, las momias tuvieron que volver a su   morada primitiva. En la misma noche del rescate de las momias se desencadenó una furiosa tormenta.

"La tierra estaba desagraviada i el cielo lloró de alegría".

Luego los cultivos reverdecieron el alma del pueblo tomó a su tranquilidad consuetudinaria.

*****
(Cuento del libro "Niños del Kollao" de José Portugal Catacora.)

Vocabulario
CHOJJCHIS, Caballos farrutos, pero muy resistentes
MUTTIPHATAS, Planta herbácea de las punas  que se distingue por sus flores vistosas de color  rojo –amarillento.
APACHETAS, las partes más elevadas de los cerros por donde cruzan los caminos i en los que los indígenas rinden culto a sus antepasados.
TINAJANI, lugar situado en la provincia Melgar que es un verdadero laboratorio geológico i arqueológico,  cada descripción es auténtica.
CHUJJLLAS, pequeñas viviendas indígenas.
HUACAS, Tumbas inkaikas que difieren de las chullpas por su forma ovoidea.
KOA Planta cordillerana usada por los brujos, porque se le atribuyen poderes misteriosos
LLAMPU, sebo de llama, al que también se le atribuye

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