viernes, 15 de marzo de 2013

José María Arguedas en el recuerdo (iii): educación bilingüe

Arguedas en una actividad de la Casa de la Cultura 1963
De izquierda a derecha: Francisco Miroquesada, Washington Delgado, Carlos Cueto Fernandini

En 1963 José María Arguedas fue nombrado Director de la Casa de la Cultura puesto desde el cual realizó una importante actividad plasmada, por ejemplo, en la publicación de la revista Cultura y Pueblo y otras iniciativas.

Los aires renovadores que parecía ofrecer el primer gobierno (1963-1968) del arquitecto Belaunde Terry, hicieron pensar a Arguedas que quizás era oportuno poner en el tapete un tema largamente pendiente en la educación peruana, como era el empleo de la lengua nativa, quechua y aymara, en la educación de los niños indígenas, iniciativa que fue motivo de un entusiasta intercambio de ideas con José Portugal Catacora, a quien había conocido en 1950 y trabajaba en el Ministerio de Educación.  

Desde la dirección de la Casa de la Cultura, Arguedas promovió la realización de una “Mesa Redonda sobre el Monolingüismo Quechua y Aymara y la Educación” [1] que se realizó en tres sesiones el 20, 21 y 24 de noviembre de 1963 en el local de la Casa de la Cultura. Se trató de un evento de alto nivel y las ideas que allí se expusieron repercutieron a la larga en lo que ha sido la política educativa intercultural en el Perú, la cual obtuvo partida de nacimiento recién en 1972 con la “Política Nacional de Educación Bilingüe” del gobierno militar de entonces.

En la Mesa participaron 20 distinguidos intelectuales en tres grupos. Los lingüistas entre los que se encontraban Luis Jaime Cisneros, Alberto Escobar, Martha Hildenbrant, José Jiménez Borja, Teodoro Meneses, Inés Pozzi Escot y Eugenio Loos; los educadores con Emilio Barrantes, Carlos Cueto Fernandini, Salazar Bondy y los funcionarios del Ministerio de Educación, Alejandro Rivera Ramírez, Director de Educación Elemental y del Adulto, Luis Marroquín, Director de Educación Normal y Portugal Catacora, Coordinador Pedagógico de la Dirección de Educación; y los antropólogos con el propio José María Arguedas, John Murra, Luis E. Valcárcel, José Matos Mar, Oscar Núñez del Prado y Aníbal Buitrón.

El objetivo de Arguedas era que el evento culmine con un acuerdo sobre la necesidad  que el Ministerio de Educación iniciará, al menos a nivel experimental, el uso de las lenguas maternas en la educación elemental y la alfabetización de adultos. Pero, no fue así, pues no sólo no asistió la Directora General de Educación, sino que los otros Directores del ministerio estuvieron presentes sólo en la primera sesión. Por ello, sin ocultar su desazón, Arguedas señaló en la clausura de la Mesa:

 “La Dirección de la Casa de la Cultura, alentaba como una de sus esperanzas principales la  posibilidad que se demostrara lo que aquí se ha demostrado, es decir que la educación en el Perú es un problema muy complejo que no compete únicamente a los educadores sino igualmente a los lingüistas y a los antropólogos. Las conclusiones a las que llegáramos debían ser trasmitidas al Ministerio de Educación; pero nuestra aspiración era que los señores Directores del Ministerio de Educación estuviera aquí con nosotros; desventuradamente es gente muy ocupada y sólo los tuvimos la primera noche. Nos ha acompañado, por fortuna, en estas fechas un funcionario del Ministerio de Educación que técnicamente tiene una jerarquía muy alta aunque no desde el punto de vista ejecutivo, me refiero al Profesor José Portugal Catacora” [2].

 Los vaivenes de la burocracia y la política, habían colocado por entonces al maestro puneño, en el cargo de Coordinador Regional, un cargo ciertamente menor, pues antes había desempeñado el puesto de Sub director de Educación y más tarde llegaría a ser Director de Educación de Lima Metropolitana (1967).
Portugal Catacora en el Ministerio de Educación, en los años sesenta-
A su derecha el maestro puneño José Patrón Manrique


Aunque el evento no tuvo la acogida esperada en el caso del Ministerio de Educación, lo cierto es que el rico intercambio de ideas y el alto nivel de la Mesa Redonda, permitió dilucidar diversos puntos de vista, no sólo en relación a la conveniencia del uso de las lenguas maternas, sino también diversos aspectos prácticos para llevarla adelante.

La Mesa se inició con una exposición de Alberto Escobar que estableció la diferencia medular entre alfabetizar y castellanizar, señalando la dificultad que esto creaba para los niños de lengua quechua y aymara:

“…resulta más coherente que tanto al niño como al adulto analfabeto, se le enseñe a transcribir en grafías la lengua materna del estudiante, es decir que se cumpla la fase de alfabetización (escritura y lectura) como un primer paso en el proceso educativo del educando. La relación que existe entre sonido y la letra, que es símbolo gráfico del sónico, le resulta al estudiante menos dura y mucho más accesible que si tuviera que entender a producir sonidos y grafías que pertenecen a un sistema lingüístico distinto del que habla…”[3].

Para Escobar luego de alfabetizar en quechua o en aymara, seguiría una fase de aprendizaje de una segunda lengua, o sea la castellanización, la que pasaría progresivamente de ser una asignatura a convertirse en la lengua de comunicación normal en la escuela.

Esta idea, fácil de entender, presentaba ciertamente dificultades prácticas para su ejecución, como la necesidad de un alfabeto adecuado, de diccionarios para las variantes del quechua, de material educativo apropiado y de maestros capacitados; pero el problema principal era sobre todo la absurda creencia de las elites peruanas en la superioridad de la cultura occidental y el temor a empoderar a los indígenas a través del reconocimiento de su lengua y cultura.
Cabe señalar que, como lo señaló el profesor Escobar, los prejuicios en contra de la educación bilingüe no provenían sólo de los mestizos, sino también de los propios quechua hablantes, como fue referido en varios casos por los asistentes a la Mesa Redonda [4].

Portugal Catacora coincidió con Escobar en las posibilidades que abría para la educación el uso del quechua y el aymara, mencionando las experiencias desarrolladas en Puno, en los Núcleos Escolares Campesinos y en la comunidad de Ojerani por la maestra Asunción Galindo, mencionando asimismo su propia experiencia en el Instituto Experimental de Puno que fundara en 1947 con el apoyo de José Antonio Encinas.

La segunda sesión de la Mesa tuvo como expositor principal al Doctor Oscar Núñez del Prado, quien refirió las conclusiones de su experiencia en la comunidad cusqueña de Cuyo chico donde empleó el quechua en la alfabetización de adultos y niños, logrando que en 6 meses, con apenas unas 6 horas de clase, pasaran del quechua al español. Esta manera práctica de usar el quechua, no para aprender a escribir y leer esta lengua, sino para utilizarla para acelerar el transito al castellano fue criticado por un sorprendido Arguedas, que esperaba de Núñez del Prado un mayor compromiso con el quechua dados sus antecedentes de estudioso de dicha lengua.

A esta segunda Mesa no asistieron ya los Directores de Educación. Tal como se lo hizo saber Portugal Catacora de manera confidencial a Arguedas [5], su inasistencia respondía al deseo de la alta dirección del Ministerio de Educación, conducido entonces por Francisco Miro Quesada Cantuarias, de no comprometerse con promover una educación bilingüe,  postura que se mantuvo a lo largo del gobierno de Belaunde. Portugal Catacora continuó asistiendo, prácticamente de manera personal y las autoridades del Ministerio no podían  impedírselo, pues las sesiones de la Mesa se realizaban partir de las 6 de la tarde.   

La tercera sesión tuvo como ponente al maestro Emilio Barrantes, cuya exposición permitió clarificar las posturas en torno a los alcances que debía tener el uso de las lenguas nativas en la educación. Si bien existía cierto consenso en la necesidad de utilizarla por su eficacia lingüística como medio para enseñara a escribir y leer, es decir alfabetizar, no todos pensaban igual respecto a su práctica luego de producida la castellanización de los educando, y más aún sobre el significado cultural que su aprendizaje y uso debían tener en relación a la constitución de la nacionalidad.

Barrantes recordó la importancia del respeto a la personalidad del educando como un principio pedagógico universal y la necesidad de considerar y respetar a la comunidad de origen como un factor esencial y el primero de los medios educativos. Por ello, reconociendo como valido el objetivo de integrar lo más rápidamente a la población quechua hablante que se encontraba marginada, entre otros aspectos por el desconocimiento del español, Barrantes señalaba que:

“La incorporación o la integración de que hablábamos no puede significar, desde luego, el sacrificio de una cultura del grupo menos favorecido a aquél que se ufana de marcar la tónica de la vida nacional. Si un hombre es respetable, lo que es mucho más un pueblo, una comunidad humana…en forma tal que suprimir su cultura significaría…nada menos que quitarle la vida” [6].

Respaldando la postura de Barrantes, Portugal Catacora intervino sosteniendo que: 

“Yo creo que el niño es el ser más conculcado de todos los tiempos…Si esto ocurre con el niño digamos universal, con el niño de habla nativa…el atropello que se hace de su personalidad es realmente grande, porque hay que considerar que este niño no solamente es tal, con todas sus posibilidades físicas y mentales, y la capacidad creadora que se está gestando en su personalidad, sustentada por una herencia cultural de siglos que él trae…sino porque se ha truncado el proceso de la evolución cultural del sector demográfico del que procede; entonces si nosotros con sentido más o menos transitorio, queremos enseñar o utilizar las lenguas nativas y luego hacemos que se promueva el aprendizaje del castellano y de la escritura en castellano sin darle los elementos necesarios…para que pueda expresarse plenamente con todas las palabras que pueda traducir todas las cosas, todos los elementos de su mundo personal, de su mundo familiar, de su mundo social, de su mundo cultural, seguramente que no solamente estamos conculcando su persona, sino estamos conculcando el medio cultural que él trae a la escuela” [7].

En general los pronunciamientos de los participantes ratificaron la necesidad de que el uso de la lengua materna en la educación signifique no sólo un medio para aprender el español sino fundamentalmente como medio para promover una integración bilateral, entre la cultura occidental y la nativa, como lo recordó John Murra al señalar que la integración nunca es unilateral, pues ambos grupos aprende uno del otro.

La Mesa culminó con un corto resumen de Arguedas, quien lamentó que no hubieran seguido asistiendo los directores del Ministerio de Educación, dijo: "las conclusiones a las que llegárabamos debían ser transmitidas al Ministerio de Educación ; pero nuestra aspiración era que los propios Directores del Ministerio de Educación  estuvieran aquí con nosotros, desventuradamente son gente muy ocupada y no los tuvimos sino la primera noche. Nos ha acompañado, por fortuna, en todas estas fechas un funcionario del Ministerio de Educación que técnicamente tiene una jerarquía muy alta, aunque no desde el punto de vista ejecutivo, me refiero al profesor José Portugal Catacora". 

Arguedas, propuso la formación de una Comisión para elaborar las conclusiones y recomendaciones, encabezada por el mismo  y conformada por José Portugal Catacora, Carlos Cueto Fernandini, Martha Hildebrant y Alberto Escobar.

Luego de la Mesa, Arguedas escribió en el diario El Comercio una nota sobre las ideas expuestas en el evento, puntualizando sus puntos de vista sobre el tema:

“Se ha confundido invariablemente alfabetización con castellanización. Pretender la alfabetización de un pueblo en un idioma extraño que interpreta un mundo cultural diferente no es racional. El fracaso de la escuela peruana en las áreas monolingües aborígenes se ha debido al grave error de haberse tratado de imponerle el castellano. Por consiguiente es necesario que el Estado adopte una política lingüista adecuada a la realidad del país: tal política debe fundarse un estudio previo de los idiomas….

No es acertado considerar las lenguas aborígenes de la población andina como un simple instrumento para la castellanización, dichas lenguas pueden constituir al mismo tiempo que un instrumento para alcanzar la castellanización real y legitima, un medio de expresión suficientemente adecuado y vasto para el desarrollo pleno de la personalidad de las poblaciones ahora monolingües” [8].

Luego de algunas reuniones, la Comisión encargada de las conclusiones y recomendaciones de la Mesa las presento al Ministerio de Educación sin mayor resultado, como otras tantas propuestas importantes pospuestas por el prejuicio y la mentalidad burocrática.

En 1964, Arguedas renunció a su cargo de Director de la Casa de la Cultura, en  solidaridad con Cueto Fernandini, Presidente de la Comisión Nacional de Cultura, pasando a dirigir el Museo Nacional de Historia a cuyo cargo estaría hasta 1966. José Portugal Catacora continuó trabajando en el Ministerio de Educación hasta que en 1969 se jubiló,  no sin cierta frustración tras 12 años de tratar de impulsar algunos cambios en dicho ministerio.

De esta experiencia dijo Francisco Ríos: "Hay que imaginarse a un hombre y maestro de la calidad de Portugal, luchando en esa babel de papeles, y deprimente conglomerado de cortesanos sometimientos que es, sensiblemente, el Ministerio de Educación" [9].

Puede ver también Lenguas indígenas en la escuela




[1]“Mesa Redonda sobre el Monolingüismo Quechua y Aymara y la Educación”. Documento Regionales de la Etnohistoria Andina N° 2. Casa de la Cultura del Perú. 143 pp. 1966.  Las actas de la Mesa se publicaron casi tres años después, cuando la Dirección de la Casa de la Cultura estuvo a cargo de Fernando Silva Santisteban. Diversos estudiosos coinciden en la importancia de la Mesa como antecedente de la Política Nacional de Educación Bilingüe”, aprobada en el marco de la Ley de Reforma Educativa del gobierno de Velasco Alvarado, la cual si bien no incluyó el concepto de interculturalidad, fue la primera en establecer, en su tercer lineamiento, que “La educación bilingüe se dirige a evitar la imposición de un modelo exclusivo de cultura y a propiciar la revalorización dinámica de la pluralidad cultural en términos de igualdad”.
[2] Ibid. pp. 129.
[3] Ibid. pp. 26. 
[4] Al respecto Escobar señaló que “los propios quechua hablantes adultos quienes estiman que no envían a sus hijos a la escuela para que se les enseñe quechua sino para que aprendan español”. En este caso…opera el prejuicio del aborigen que se sabe discriminado y circunscrito en el plano social que, precisamente, desea aprender el español como un vehículo de movilidad social... Los prejuicios expuestos…irán desvaneciéndose con el correr del tiempo y el remozamiento de hombres e ideas…”. Ibid. pp. 27.
[5] La información sobre los detalles de la participación de José Portugal Catacora en la Mesa Redonda me fueron referidas por él mismo (Carlos Portugal). 
[6] Ibid. pp.99.
[7] Ibid. pp.117.
[8] “Educación y lingüística” José María Arguedas. Dominical del diario El Comercio, 29 de diciembre de 1963.
[9] Francisco Izquierdo Ríos en Prologo al libro "Los Padres, los Niños y la Vida". José Portugal Catacora. Lima 1974. 
 

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