Dibujo de Kukuli Velarde Barrionuevo (1973) Tomado de http://bgscorp.wordpress.com/2010/09/28/el-uchuchullko/ |
Perico Vicuña nació una fría
mañana de invierno en que la puna se cubrió de una densa capa de nieve, que le
daba la apariencia de una inmensa cama, cobijada con grandes sabanas blancas sin
una sola mancha.
-
Mamá: hace mucho frío- dijo Perico a su madre.
-
Si hijo, sí; pero pronto te acostumbraras,
porque nosotros siempre vivimos donde hay frío; no nos sienta bien el calor- le
explica su madre, acariciándole la cabeza.
Otro día volvió a preguntar Perico.
- Mamá ¿quiénes somos nosotros y
de donde venimos?
- Nosotros somos estrellas caídas
del cielo. Una vez hubo lluvia de estrellas y llegamos a la tierra por eso
tenemos color del fuego- explico otra vez la madre vicuña-.
Perico sintiéndose estrella,
comparaba el color de su lana con la brillantez de las estrellas en las noches lunadas.
Mama: ¿Por qué tenemos lanas de
fibras tan delgadas y cortas? ¿Por qué no tenemos fibra largas y gruesas como
las llamas o las alpacas? Interrogó Perico otro día.
Porque nosotros somos seres
celestiales y nos vestimos con las fibras finas de las nubes arreboladas de las
tardes invernales- explicó la madre vicuña.
Un tiempo después, Perico pregunto
de nuevo.
- Mamá ¿Por qué las llamas y las alpacas viven con
los hombres?
- Es que ellos nacieron con alma de siervos; nosotros
somos seres libres. Los hombres han convertido en bestias de carga a las llamas
y trasquilan su lana a las alpacas cada año. Los hombres son malos. Hay que
huir de ellos, porque dicen están planeando domesticarnos.
- Mamá eso no puede suceder, ¡no lo debemos permitir!
protesto Perico-.
- Se comenta que ya están instalando criaderos en
algunas haciendas.
- ¡Eso si que no, madre!
- Pero hijo, pensándolo bien no te parecería mejor
que nos matengan los hombres y no que nos exterminen los cazadores?-
- Aunque eso fuera
mejor madre; es preferible que vivamos sin lazos que nos aten a ninguna
esclavitud– expresó Perico con pensamiento precoz-.
Cuando ya estuvo jovencito sintió
una viva simpatía por una vicuñita. Pero lo descubrió la vicuña macho, el
Jañacho o patriarca de la manada; y lo arrojó fuera de ella a golpes sin
escuchar los ruegos de la madre que se quedó llorando.
Perico Vicuña deambuló muchos
días por lomas y quebradas, pampas y laderas, solito y triste. Un día vio a la
distancia a un hombre armado de un fusil y un miedo horrible se apoderó de él;
pero escapo gracias a la agilidad de sus patas delgaditas. En vano el cazador
le disparó varias veces. Las balas le cruzaban
la cabeza silvando, pero no le alcanzó ninguna.
Después de correr horas y horas
Perico encontró un pequeño rebaño de vicuñas machos que le acogieron en su grupo,
cariñosamente. Eran también vicuñas jóvenes
que en su niñez fueron arrojadas de su manada por viejos jañachos. Con ellos
empezó a vivir una nueva vida, unidos por la desgracia común que sufrieron en
su infancia.
Cada día se preparaban con
ejercicios de lucha para ser sanos,
fuertes, a fin de tener su propia manada algún día.
La oportunidad no se dejo
esperar. Al llegar a las faldas de las lomas se encontraron con una manada de
doce vicuñas hembras y un jañacho.
Nuestra vicuñita que ya era un
joven robusto y fuerte desafió al jañacho viejo a un combate de caballeros. Y
el desafío fue aceptado, como lo determinaba la dignidad moral del anciano vicuña
y la costumbre establecida entre estos seres.
Entonces las vicuñas hembras formaron
un círculo perfecto y en el centro del ruedo se colocaron los dos caballeros
combatientes.
Pronto se inició el combate.
Mordiscos, cabezasos, manotadas y patadas, mediaron de ambas partes. Y los dos
cuerpos rodaban por momentos como un ovillo atado por los pescuezos.
Al principio parecía que el
jañacho viejo iba a triunfar pero pasaron como dos hora y al fin se cansó y
cayó; mientras que nuestro héroe no sintió fatiga, lo cual le sirvió para imponerse definitivamente sobre su enemigo.
Una vez triunfante, Perico piso
el cuerpo del viejo vicuña, con la cabeza en alto, como demostración de ser el
nuevo jañacho de la manada.
Luego, emprendió una larga carrera
con las doce vicuñas hembras que lo siguieron en una disciplinada fila india
que se perdió en el horizonte como una cinta ondulante de oro.
Cuando Perico, el nuevo jañacho
se alejó seguido de sus hembras, apareció revoloteando en lo alto del cielo un
gigantesco cóndor que, planeando, planeando, bajo hasta el suelo, cogió con sus
potentes garras a la vicuña macho muerta y en vuelo parsimonioso se alejó del
lugar, hacia su nido ubicado en el próximo picacho.
Y la puna quedo tranquila y
vacía, envuelta en la inmensidad del silencio y la soledad.
José Portugal Catacora
(Cuento publicado en 1979 en el diario Correo, dedicado a su nieto Pedro Portugal Santander, "Perico")
No hay comentarios:
Publicar un comentario