martes, 1 de marzo de 2011

Mis estudios en la Escuela Normal


Parque Pino y Colegio San Carlos 1930 - Foto retocada en color

La Escuela Normal anexa al Colegio San Carlos se crea en 1925 con el propósito de formar docentes especialmente para las zonas rurales. José Portugal Catacora estudio allí los años 1928 y 1929, los dos años que comprendía la formación de los preceptores en esa época. De esa época nos cuenta algunas anécdotas.

Mis estudios

"Durante los días concurría a mis labores en la Normal, por las noches trabajaba en la sastrería (de mi hermano Daniel) y en las madrugadas, pues me levantaba entre las cuatro y cinco de la mañana, me iba a la pampa del muelle a estudiar mis lecciones o a hacer mis temas. Nuca faltaba a mis labores y jamás dejaba de entregar mis asignaciones. Y muy pronto llegué a ser el primer alumno de la clase y como tal egresé.

Durante mi primer año sentí una verdadera admiración por el profesor Torres Luna, quien dictaba el curso de Biología y desarrollaba los temas taxonomía animal y vegetal con profundo conocimiento científico. Y durante el segundo año me gustaban las reuniones que el señor Palacios hacía en su casa con los alumnos del segundo año para tratar temas educacionales fuera del curso, a algunos nos enseñaba inglés y a otros a ejecutar instrumentos de música.

Entre los libros que leí me emocionó profundamente el libro titulado Booker T.Washington, la biografía de un  negrito lustrabotas que llegó a estudiar y fundar la primera universidad negra en los Estados Unidos. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que este libro definió mi vocación de profesional de maestro. Desde luego leí después otras biografías de educadores que influyeron también.

Booker T. Washington (Foto de Wikipedia)
Mi vocación intelectual

Cuando llegamos al aniversario del Colegio (Agosto de 1929), todo el colegio se preparó para celebrarlo porque también llegaba el aniversario de la ciudad, se formaron comisiones, una para sacar el carro alegórico, otra para editar el boletín, el primer boletín de la Sección Normal. Yo me alisté en ésta última comisión y eso pareció ser el inicio de mi vocación cultural ya que toda mi vida posterior la dedique a publicar revistas y libros.

El día que se corrieron las listas  para ambas cuestiones, observé que se pusieron muy pocas sumas de dinero para las revista, pues mi amigo Baca puso solamente cincuenta centavos. Al ver esto, cuando me pasaron la lista para el carro alegórico, yo puse sólo cinco centavos, lo cual suscito protestas de la comisión del carro alegórico. En un momento dado nos pusimos a discutir con mi amigo Julio Baca Cosio y nos fuimos a las manos. En estos instantes llegó un profesor y dejamos de pelear. Fue el bautismo de mi inquietud intelectual.

Felizmente se produjeron las moificaciones de cuotas y la cosa se tranquilizó. Así que la revista que editamos yo y Raúl Bueno, por fin se pagó con la ayuda de los profesores. 

Mi primer fracaso

Aquel mismo año (1929) llegó el día del Árbol que la Sección Normal se aprestó a celebrarlo con un interesante programa. Me toco pronunciar el discurso de orden. Yo escribí mi discurso en algunas carillas de papel tamaño cuaderno y el profesor Palacios me lo corrigió y en el momento dado, subí al kiosco para leerlo; pero cual sería mi sorpresa que tuve tal nerviosismo que no pude leerlo. Intente hacerlo varias veces y completamente avergonzado me bajé y siguió la actuación con el resto del programa en el que había la plantación de un árbol en el que tomé parte.

Terminada la actuación mis compañeros me abuchearon y algún profesor me dijo que si no aprendía a controlar mis nervios sería un mal profesor, porque éste tiene que pronunciar muchos discursos a lo largo de su profesión. Por la noche, a las doce en punto me fui al sitio donde se realizó la actuación y juré que,  de todos modos aprendería a controlar mis nervios y además aprendería a hablar en público con toda seriedad. Mi juramento lo formulé al árbol recientemente plantado, prometiendo que si el árbol desarrollaba, cumpliría mi juramento. Y así fue en los días siguientes el arbolito desarrolló muy bien, así que eso me alentaba, al mismo tiempo que durante las noches ensayaba hablar en voz alta y con elocuencia.

Pasaron los años y nunca más en mi vida pronuncie discursos leídos. Aprendí a hablar de tal manera que llegué a hablar en público con toda facilidad. En mi vida de maestro habré pronunciado miles de discursos y hasta llegue a sentir la admiración que desperté, pues hablaba en voz alta por horas, hasta que alguna vez se me comparó con Haya de la Torre"

Tomado de "Autobiografía".


  

1 comentario: