sábado, 26 de mayo de 2012

José Antonio Encinas en la memoria

La casa en que nació en Puno,
en la esquina de las calles Lima y Azángaro,
sobre el parque Pino
El 30 de mayo de 1886 nació en Puno, José Antonio Encinas Franco. En 1969, gracias a las gestiones que hiciera en ese momento el Institituto José Antonio Encinas, el Ministerio de Educación declaró esa fecha como Día del Maestro Encinas (Resolución Ministerial Nº0789-1969), señalando que en todos los centros educativos de la república "se realicen actuaciones que honren su memoria y recuerde su obra".

Hoy esa fecha pasa desapercibida, pero sigue siendo un excelente motivo para recordar al "Maestro de los maestros peruanos" con algunos textos de Portugal Catacora, su discípulo. Él no fue propiamente alumno de Encinas, pero solían decirle así porque desde temprano adoptó el credo pedagógico de Encinas y tuvo la suerte de trabajar con él en el diseño del Instituto Experimental de Educación de Puno, tras lo cual seguiría una respetuosa amistad que luego se traslado a las hermanas y familia Encinas. La relación entre maestro y discípulo quedó patentizada en una significativa anécdota recogida por Portugal Catacora en su libro "José Antonio Encinas, el maestro de los maestros peruanos". 

No fue ese el único trabajo de Portugal Catacora sobre el Maestro, también escribió sobre él en folletos y otros textos y también en su 
libro inédito "Historia de la Educación en Puno", del cual extraemos el siguiente recuerdo:  
Encinas en la escuela 881 (Foto tomada de espada del diablo)
El retrato de su personalidad.
El maestro Encinas era físicamente más bajo que alto pero de recia contextura. Frente amplia, ojos pequeños de mirar distante, nariz aguileña, labios delgados y mentón fuerte, signos inequívocos de una personalidad enérgica,  constituían los rasgos de su rostro. Hombros amplios, espalda ancha y piernas cortas sostenían aquella cabeza que Cosi Salas ha sabido materializar en una bella escultura.
Cuando hablaba sus palabras un poco pastosas, te­nían una profundidad de una mente clara, precisa y convin­cente. Su pensamiento fluía con una lógica admirable y no era posible contradecirle, mucho menos dudar de cuanto decía porque sus afirmaciones y sus negaciones tenían el signo de la sabiduría fácilmente entendible por cualquier tipo de mente que lo escuchara. Aún mas, era difícil acaso imposible fatigarse con las cosas numerosas, variadas y profundas que decía cuando trataba muy especialmente sobre el problema de la educación, pues tenía la virtud de acicatear el interés  de sus interlocutores con la doble acción de la solidez de sus conceptos y el respeto que emanaba de su personalidad.
Cuando caminaba lo hacía lenta y pesadamente, con pasos seguros y acompañados pero sin afectación mirando y observando todo y en cada cosa de la calle encontraba un motivo temático para exteriorizar su sabiduría. Cuánto hemos aprendido del maestro en esas oportunidades, cuando tenía­mos la suerte de acompañarlo.
Se desplazaba en Lima, en Puno o en cualquier par­te con verdadera sencillez, confundido con la gente común y corriente; pues sólo los que lo conocían podían ver que por la calle iba un Encinas.

Cuando se dirigía al Parlamento no lo hacía en au­to propio porque no lo tuvo, ni necesitaba tenerlo. Espera­ba en la cola que la gente hacía en la esquina de las cuadras 17 y 18 de la Avenida Arequipa donde es­taba el Colegio Dalton y donde vivió muchos años, alguna góndola de la línea 17 y en ella se trasladaba hasta la plaza de la Inquisición, muchas veces casi colgado de los barrotes en que se aseguran los pasajeros que viajan a pie.
En aquellas oportunidades pocas gentes percibían que entre ellos iba un senador de la República y un maestro de estatura que será igualada tal vez algún día en el Perú. Por ahora no hay otro.
Encinas el maestro
Sobre la loza que cubre los restos mortales del maestro Encinas, en el Cementerio del Ángel, en Lima, hay un epitafio que dice: "El más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de Es cuela". Es la expresión rotunda y contundente con la que Encinas dirigió una carta a los maestros del Perú, al re­tornar de su primer exilio en 1930.
El análisis de esta sola expresión nos da el mo­tivo suficiente para interpretar el concepto de Encinas acerca del maestro. Ella entraña al propio tiempo derecho y responsabilidad. Ejercer un alto cargo no es rodearse de prerrogativas y privilegios, es ante todo, asumir una alta responsabilidad que supone, generosidad, esfuerzo, perseverancia y sacrificio. Y quien cumple su responsabilidad en tal forma, no necesita invocar, exigir ni luchar por sus derechos, estos se alcanzan corno consecuencia natural del de­ber cumplido. Y este es el caso del maestro y esta es la posición que Encinas requirió al maestro y para el maestro.

Pero no solamente se limitó a pensar hondo en la ubicación social de maestro, su vida entera estuvo ejem­plarmente dedicada a demostrar la extraordinaria calidad humana que el hombre necesita alcanzar para ejercer el sa­cerdocio de la docencia. Por eso se le ha llamado con ver­dadero acierto "Maestro de los maestros peruanos". Y eso es lo que ha sido Encinas para los maestros del Perú. En el Parlamento, en sus libros, en las conferencias que a menudo dictaba, defendió el derecho del maestro a un mejor trato por el Estado, así como señaló lo que corresponde al maestro hacer, para desempeñar con eficacia su papel; com­prensión y ternura para el niño, comunicación directa, persuasiva con los padres de familia, cariño por su profe­sión y en una palabra  responsabilidad plena, responsabi­lidad en los dos campos en que se desenvuelve su labor en la escuela frente al niño y fuera de la escuela, frente a la sociedad.
Encinas y el niño
En 1947 el maestro Encinas dijo: "Cuando alguien escriba la historia del niño recién podremos comprender el origen de todos los males sociales que aquejan a la humani­dad". Era un convencido de que el ser más incomprendido del mundo era el niño y que los hombres y mujeres adultos, hoy mismo, no obstante los avanzados logros que ha alcanzado las ciencias que estudian el hombre, ligase padre de fami­lia o maestro, no ha aprendido a comprender al niño, mucho menos a tratarlo con justicia, de acuerdo con las características y nece­sidades educativas de su desarrollo.
Por ello, parafraseando a Encinas, diríamos que “Cuando se escriba la historia del niño, podremos ver cuán injusto ha sido el hombre con el niño de todos los tiempos y todos los pueblos”. Esta deficiencia humana es universal y muy grave en algunos pueblos del mundo donde la explotación del hombre por el hombre, ha impuesto estatus no sola­mente incomprensivos sino depresivos y de cruel abandono para el niño.
Encinas con Julio C. Tello y otras personalidades que impulsaron
la reapertura de la Universidad San Marcos
Estos razonamientos nos conducen a pensar que el educador, padre, madre o maestro, la primera habilidad que debe adquirir es la de comprender al niño y la capacidad suficiente para satisfacer las necesidades educativos que en­trañan sus características. No basta que el maestro se in­forme de cómo es el niño, leyendo textos o escuchando con­ferencias de brillantes profesores de sicología en las universidades, como comúnmente creemos y lo hacen nuestras instituciones de formación de maestros y están equivocados en anteponer la teoría a la práctica. En la formación de conceptos y habilidades, la experiencia activa precede a la teoría que es consecuencia de lo anterior.
Desde luego, el padre, madre y el maestro, junto con comprender al niño deben velar por la atención de sus necesidades y su protección contra toda forma de violencia, pues el desarrollo del niños es integral y no puede haber obra educativa sobre una infancia sometida a la necesidad y los vejamenes.
Muchos educadores, en los más grandes estadios de la cultura del mundo, han llegado a las mismas conclusiones que el maestro Encinas. Y hoy se sabe que nadie que no po­sea la capacidad para comprender al niño puede jactarse de ser educador, Este es el más difícil problema que la socie­dad actual confronta, en lo que corresponde a la formación de la familia y a la formación profesional de los maestros.
Encinas y el indio
Encinas, casi un niño todavía tomó parte activa en el extraordinario intento de Telésforo Catacora por organi­zar la Escuela de la Perfección, cuya intención era crear en los obreros y en los artesanos la idea de redimir a los indios.
Y esto fue uno de los motivos de su desarrollo personal de maestro. Por eso, al mismo tiempo que escribió be­llos libros sobre el niño y la escuela, como Higiene Mental del Niño o Un ensayo de la Escuela Nueva, también escribió libros dedicados a crear una nueva conciencia acerca del indio, tales como la Educación del Indio (1908), Contribución a una Legislación Tutelar indígena (1918), Causas de la Cri­minalidad Indígena (1919); libros en los que plantea tesis precoces tanto desde el punto de vista del diagnóstico de la naturaleza y valor de la cultura indígena, como de las formulas de la solución de sus problemas. Sin duda alguna, podemos enunciar que fue uno de los primeros que desde el Parlamento, primero como diputado y después como senador, planteó la necesidad de devolver al indio el derecho de la propiedad de la tierra como el medio clave para su redención.
Pero lo hizo con una actitud diferente y muy personal, como lo fue en todo. No se limitó a denunciar, como generación tras generación, desde fines del siglo pasado, se hizo en el Perú y aún hoy mismo los intelectuales no han abandonado esa ruta sin plantear soluciones. Encinas se de­dicó a estudiar al indio y la cultura indígena. Síntomas de esta afirmación es que Encinas se recibió de Master en la Universidad de Cambridge con un estudio sobre las "virtudes de la raza aymara" y llegó a ser el primer peruano que se tituló de antropólogo social.
Su dedicación se materializó, además, en su permanente preocupación, pues de este modo concurrió al primer Congreso Indigenista que se realizó en Patscuaro, México, así como al segundo que se llevó a cabo en el Cuzco, orientando con sus vastos conocimientos el tratamiento de los problemas que se enfocaron en estos eventos.
Y aún cerca de su muerte ejerció la presidencia del Instituto Indigenista del Perú, cargo en el que le sorprendió la muerte.

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2 comentarios:

  1. el tema es muy interesante ya que fue un puneño que se intereso por la educacion

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    1. Puno se destacó por tener maestros de avanzada que han dejado un ejemplo que seguramente los nuevos maestros puneños sabrán seguir.

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