(Del Blog de la doctora Alfonsina Barrionuevo "Perú Mundo de Leyendas" nos llega la noticia de una serie de cuentos para niños, niñas y para todos a quienes nos gusta la literatura infantil. También un hermoso texto de la leyenda de la "qewña" o quinual recogida por José Portugal Catacora)
¿Qué les parece?
¡La educación infaltil tiene raíces prehispánicas!
En milenios los antiguos peruanos aprendieron
maravillas de la naturaleza. Ellos registraron también los hechos históricos y
sus observaciones dieron lugar a otras materias, como biología, botánica,
astronomía y meteorología.
Los padres enseñában a sus hijos y cuando éstos
crecieron a los nietos y así ha pasado hasta nosotros mediante la tradición
oral.
La
fantasía de los Andes que llega hasta el mar y acaricia la selva se
desborda en historias llenas de color para los niños del Perú.
Un cuento con mucho de tradición oral es amado por
los niños del Perú. Ellos sienten el mensaje que les llega de milenios. Va para
Uds. con dibujos de Kukuli.
Quien quiera uno de mis cuentos llamar a la señora
Victoria Cano al 4715789, y están también en las librerías: La Familia, Ibero y
Crisol. Son 14 títulos.
Un lindo regalo para Navidad!!!!
EL ARBOL DE LA QEWÑA
La qewña o quinual (Polylepis insana) no es simplemente un
árbol nativo de las alturas. Para las gentes que viven entre los 3,500 y 4,500 metros sobre el
nivel del mar, es un ser humano que los protege, desde su prisión arbórea, de
los vientos helados durante el día y del aliento frío de la altura en las noches
creando un microclima.
Hasta el siglo pasado, la qewña
formaba bosques en las montañas altoandinas del país. Pero éstos vienen reduciéndose
dramáticamente, por la depredación
irracional generada por el empobrecimiento constante del campo.
Hoy se encuentra en la peligrosa curva
de extinción. Queda apenas un dos o tres por ciento en nuestros altiplanos. Su
corteza y sus ramas de color café-rojizo, blindadas por láminas térmicas,
servían a los hanpiq para curar enfermedades bronquiales y a los awaq como
tintes para sus tejidos. Al abrir sus capullos, en racimos de flores blancas, irradia
todavía su pureza en el paisaje.
Antes de que su existencia se diluya,
porque la mayoría de peruanos no la conocen doy curso a la leyenda que me
entregó de su origen José Portugal Catacora. Sea un motivo para recordar al
gran maestro puneño.
En cada luna nueva, según decía, el corazón de Lampaya, el
joven guerrero de los hanansayas, se descascara y sangra
de tristeza en la qewña, árbol fuerte, cuyo tronco se crispa, como en un gesto
de dolor y se enrojece. En vano sus brazos musculosos se retuercen en sus ramas,
tendiéndose hacia el horizonte. Nunca encontrará a Kantuta, la dulce princesa
de los hurinsayas, a quien amó sobre el odio de sus padres, kurakas de dos pueblos
antagónicos, irreconciliables. Su destino es inexorable. Lampaya muere y
resucita en cada qewña que crece en la soledad de la puna. Así lo dispuso en
su maldición Pilinku, el severo Apu tutelar de sus antepasados.
“Tu
alma vivirá por siempre convertida en árbol triste. Atada a sus raíces, como
una sombra que llora por una eternidad. Es tu castigo por haber albergado en tu
pecho un sentimiento prohibido hacia una mujer enemiga de tu pueblo.”