domingo, 7 de agosto de 2011

Azángaro: En el aniversario de su fundación


El 22 de Agosto de 1586 se produjo la fundación española de la ciudad de Azángaro. En homenaje a este aniversario reproducimos aqui la leyenda del origen de su denominación, tomada del libro "Puno Tierra de Leyenda".

"En la tribu de Ayar Cachi (donde ahora se levanta la provincia de Azangaro), dos ayllos se disputa­ban la hegemonía del poder: los de la banda occidental y los de la banda oriental del río que atraviesa la zona que ocupa la tribu.

Mucho tiempo duró la contienda, sin poderse defi­nir el triunfo de ninguna de las dos partes. Cansados de tanta pugna sin tregua, tomaron un diplomático acuerdo. Y un día se dieron cita para la batalla definitiva.

Los ejércitos contendores se apostaron en la pam­pa que se extiende entre Macaya  y el actual pueblo de Azángaro, sobre la ribera este del río.

Era un día de límpida claridad. El sol lucía en el cenit como un gran diamante.

El paisaje se revestía de luces diáfanas que le daban un sello de severa solemnidad. Y los picachos lejanos, con sus blancos capuchones, como dioses momificados, parecían asumir actitudes expectantes.

Al fin los pututos resonaron rasgando el silencio del paraje. Y el grito de guerra brotó con ferocidad de to­dos los pechos, llenando el campo de voces estentóreas.

Los dos ejércitos, partieron de sus emplazamientos y con pasos tardos, pesados y marciales, haciendo gala de valentía, se fueron acercando lentamente llenos de la angus­tiosa ansiedad de encontrarse cuerpo a cuerpo.
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Cuando los primeros hombres ya levantaban sus macanas para asestar los primeros golpes, una voz miste­riosa surgió de las cumbres del Apu cercano y golpeó los oídos de los combatientes, conmoviéndolos fuertemente.

— ¡Alto! ¡Deteneos! Basta ya de tanto sacrificio y tanta sangre. ¿Queréis definir vuestro destino? Pues, ha­ced que salgan diez de los que se sientan más hombres de cada ejército contendor. Y que ellos determinen cuál de los dos ayllos debe dirigir y conducir la vida de vuestra tribu.

Aquella admonición cósmica, apaciguó súbitamente el ardor bélico de los soldados y los jefes consultaron la opinión de las masas combatientes en una asamblea multitudinaria, que proclamó: ¡Qué se cumpla el designio de la voz mis­teriosa!

Luego salió de cada bando un parlamentario a tratar sobre la manera cómo debía realizarse el duelo. Y en po­cos momentos estuvieron de acuerdo.

Conforme a las bases pactadas, salieron de cada lado diez hombres. Formaron dos hileras, frente a frente, con las piernas desnudas y en posición agresiva de finta adelante. Llevaban en la diestra hondas regiamente trenza­das y provistas de gruesos nudos y puntas desflecadas.

A la voz convenida de mando se inició el duelo, cada uno con su contendor colocado en frente. Parsimo­niosamente se blandían las hondas que caían sobre las des­nudas piernas del adversario, rasgando los músculos broncíneos y haciéndolos sangrar e borbotones. Los golpes se alternaban con ferocidad barbera. Ni un estremecimiento de dolor, ni un quejido se advertía en ningún combatiente. Y los hombres permanecían como enclavados en el lugar en que se apostaron para la lucha, cumpliendo su tarea de aniquilarse unos a otros, con serenidad y estoicismo dan­tescos.

En el curso de la pelea fueron cayendo lenta y pe­sadamente, uno a uno los vencidos, exánimes y ya sin una gota de sangre en las venas.

Al final del duelo, no quedaba ni un solo hombre del bando oriental en pie. En cambio los diez hombres representantes del bando occidental pudieron resistir la ti­tánica prueba hasta el último, y fueron declarados ashuan­kharis, muy hombres; denominación simbólica que pronto adoptaron todos los ayllos de la tribu, en homenaje a los vencedores de aquel duelo titánico,

Así nació el pueblo de Ashuan Khari, nombre es­pañolizado en Azángaro por la suavidad de la lengua de Cervantes, situado sobre una planicie de amplia perspecti­va hacia el oriente, a orillas de un caudaloso río, con puer­ta franqueable hacia el poniente para tomar el camino que más tarde sirvió para unir el Cusco con el Collasuyo; y protegido por colinas de bella contextura pétrea, al pie del Apu que dijera la admonición demiúrgica, aquel día de epopéyica leyenda para bautizar a sus hijos con el fuerte nombre de Ashuan Khari.

Lar nativo de uno de los legendarios fundadores del Tawantinsuyo, fecundado con la sangre viril de gladiado­res andinos, es un verdadero nido de cóndores; residencia señorial de indomables pumas, aristocrático refugio de añejos abolengos hispanos; cuna de esforzados paladines libertarios, pucara de vencedores de la naturaleza agreste e inhóspita del Ande; y emporio de inapreciables valores es­pirituales y materiales, que representan una esperanza y una promesa para el futuro.

El símbolo de su origen inspiró a los incas con­quistadores para que le confirieran el muy magnífico título de Azu-huancaru, por sus denodados servicios prestados a la causa expansionista del Imperio Inca.

Y Vilcapaza, el gran caudillo indio que hizo estremecer el feudalismo altiplánico, prendiendo fuego sobre les Andes, cuando la revolución libertaria de Tupac Amaru; y José Domingo Choquehuanca, el genial burilador del maravilloso discurso a Bolívar, son dos lumbreras que ha­cen honor elocuente a aquella magnífica heredad de hom­bría ancestral, como perenne fuerza inspiradora de supre­mas virtudes morales y como paradigma de incesante afán por la libertad y la justicia.

Fuente: "Puno Tierra de Leyenda" (1956).

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