KANTUTA
KANTUTA, desde la aérea soledad del eucalipto
hasta la íntima pequeñez del guijarro
suena la dulce sugerencia de tu nombre
como un cacharpari
KANTUTA, te llamarían al amanecer todos los despertares
del universo
y yo te cantaría en el zenit
para que vaya hundiéndose en todos los sembríos
tu cuerpo y mi canto desnudos.
Y mi canto no tendría, más allá de tus brazos,
más allá del misterio de tus pechos,
y del milagro casi ritual de tus caderas
sino un hilillo débil tan flexible
como la metáfora de tu trenza.
Y también quiero saberte mía
porque quiero sentirte dominada
y habría de golpeare con toda mi energía de macho
pero no te golpearía así no más.
Te golpearía en el sembrío de la tierra para saberte surco
Y después de volcar en el cántaro de una noche de farra
Y colgando el pañuelo de mi amor en tus caderas,
bailaríamos,
con quenas y tamboriles,
ESTE HUAYNO DEL CIELO QUE ME QUEMA LA CARNE.
("FALO". Emilio Armaza Valdez).
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